La construcción de la identidad nacional, individual, sexual

La construcción de la identidad nacional, individual, sexual

Dijo García Márquez, mediante uno de sus personajes, que uno está obligado a “parirse a sí mismo” muchas veces. La Biblia narra un diálogo de Jesucristo con un erudito de la época, quien no entendía qué significa “nacer de nuevo”.

Se nace con un sexo, en una familia, en una nación; pero adquirir identidad propia puede ser un proceso doloroso. Muchos se marchan de un país por no querer o poder asumir su nacionalidad original por falta de oportunidad o porque ésta lo excluye y desprecia.

El niño toma valores y actitudes del hogar, y construye sus rasgos diferenciadores, su perfil propio. A veces toma más de la familia de la madre, o  al revés;  él descubre cuál apellido y cuáles rasgos son más valorados socialmente. Un niño aprende temprano si él es hijo de papá o de machepa,  y elige, influenciado por otros significativos, ser liceísta o aguilucho; si desea ser pelotero, bombero o ingeniero. Cada una de esas “identidades provisorias” parciales va tomando su contorno y se va acomodando en la estructura de su personalidad e identidad total, en medio de una lucha entre el “ello carnal”, el superyó, (lo que la sociedad le insufla), y un “yo propio” que trata de ser autónomo y capitanear el proceso.

El individuo nace en un entorno que le imponen normas y grupos de pertenencia; cuando crece va adoptando o discriminando determinados grupos (de amigos, deportivos) que le sirven de referencia para modelar su individualidad y su “comunalidad”.

Los padres insisten en que el niño sea ingeniero o político, pero ellos suelen  tener problemas para acceder a esas “vocaciones”. Cuando una sociedad carece de adecuados “contextos normativos”, hasta desarrollar su propia condición sexual natural, ser varón sin ser machista, manejarse frente a las agresiones y las incitaciones de los compañeritos, es una brega. Muchos llegan a adultos sin elegir ocupación, porque no le alcanzó la nota o el dinero para la universidad. Niños que fueron mimados, maltratados o abandonados carecen de modelos adultos a imitar. Frecuentemente son emocionalmente ineptos para conquistar, incapaces de soportar el rechazo se sumen en la timidez,  o buscan amor y sexualidad de manera “diferente”. Y eso no define precisamente un tercer sexo.

Son los hogares (no el Estado) quienes hacen el trabajo inicial de una buena zapata para una sana individualidad. También los consejeros de la escuela o de la iglesia los ayudan a modelar su carácter. Pero sobre todo, es el desarrollo espiritual lo que garantiza, no solamente que un joven tenga una personalidad sana y adecuada a su medio, sino que varón y hembra puedan convivir en lealtad y respeto, sin sentirse él apocado por no ser mujeriego, por no ser rico, o por no ser un político exitoso, o no ser ella una diva. Los suizos se hicieron grandes ciudadanos el día que Calvino los convenció que el rey  ni el papa eran superiores  a ninguno de ellos. Y que todos estaban comprometidos con el bien común, porque Dios así lo había dispuesto.

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