La construcción social del oficio docente

La construcción social del oficio docente

Jesus de la Rosa.

2 de 3

Uno de los mayores desafíos que enfrenta el Sistema Dominicano de Instituciones de Educación Superior es el de responder a los requerimientos de un patrón tecnológico muy distinto del que a lo largo de décadas hemos logrado alcanzar.

Tal y como lo expresara la educadora Carlota Pérez, investigadora del Centro para el Desarrollo de la Universidad de Susser de Inglaterra, “el momento presente exige de nuestras universidades y de las demás instituciones de educación superior un enorme esfuerzo de auto transformación para poder ocuparse de manera intensiva de la preparación, reeducación y formación continua de los recursos requeridos por los procesos de reestructuración económica de cada país”

A decir de muchos especialistas en materia de economía, el aparato productivo mundial actualmente se encuentra en un periodo de cambio de paradigma, en un proceso de transición de la producción en masa a la producción flexible y adaptable.

De las múltiples y complejas funciones que deben cumplir nuestras instituciones de educación superior hay algunas que, en ciertos períodos y dadas ciertas circunstancias, se destacan como precondición para hacer posible llevar a cabo las demás.

Veamos: en tiempo de opresión colonial, la hoy Pontificia y Real Universidad Autónoma de Santo Domingo se constituyó en un refugio de la identidad cultural de la España lejana; en épocas de las dictaduras de Ulises Heureaux y de Rafael Leónidas Trujillo, los estudiantes asumieron la defensa de los derechos individuales; y en en tiempos de democracia, sus estudiantes, profesores y empleados desarrollaron grandes esfuerzos en favor de las libertades políticas y de movilidad social. Y ¿ahora? Lo veremos después.

La transformación a la cual hacemos alusión en el párrafo de más arriba, está íntimamente ligada a la difusión de las tecnologías de la información basadas en el uso de la microelectrónica, cada vez más potente y cada vez más baratas.

Vivimos en medio de la construcción, difusión y generalización de un nuevo paradigma en las formas de las gentes de producir y organizarse. Esta transición presenta el obvio peligro de agravar el rezago, pero también constituye una oportunidad.

Al romperse parcialmente la continuidad tecnológica se abren ventanas de posibilidades para dar un salto en el desarrollo. Como bien lo expresara Carlota Pérez:“aprovechar la oportunidad no es fácil pero es posible” La oportunidad de lograrlo será mayor para quienes comprendan y adopten inteligentemente un nuevo principio técnico y organizativo.

Como plantearemos en otras entregas, el resultados de la reestructuración del nuestro andamiaje económico y de formación de las personas requeridas para ello dependerá, por una parte, de nuestra capacidad para comprender, adoptar y adaptar el nuevo patrón tecnológico y, por la otra, de nuestra capacidad para elevar significativamente la calidad de nuestros recursos humanos. Lo presencial y lo virtual son dos cosas diferentes.

Por ello, se destaca la necesidad de actualizar los contenidos de ciertas materias y profesiones universitarias profundamente afectadas por la presente ola de cambio tecnológico. Este es el caso de buena parte de las ingenierías, de las ciencias naturales, de las carreras de administración y de negocios, entre otras.

Un elemento importante en el debate internacional es la amplia circulación que en los medios académicos están teniendo dos documentos sobre políticas de educación superior, elaborado uno de ellos por el Banco Mundial y el otro por la UNESCO. En otras entregas nos referiremos a ambos pliegos. Por el momento, nos toca lidiar con lo virtual sin descuidarnos de lo presencial.

El debate actual sobre la educación superior se centra ante todo en la contribución que ésta pueda hacer a la modernidad, plasmada en un proyecto de sociedad comprometida con el desarrollo humano sustentable.

Más leídas