La construcción social del oficio docente

La construcción social del oficio docente

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El perfil que queremos para nuestro sistema de instituciones de educación superior es el de un conjunto de las mismas con una misión bien definida, con estructuras curriculares flexibles y cuerpos docentes sólidos.

Deseamos disponer de universidades que cuenten con el apoyo del Estado dominicano, a través de mecanismos financieros diversificados y que, a cambio, rindan cuentas claras sobre su uso y que estén sujetas a evaluaciones y comparaciones de lugar.

Procuramos instituciones de educación superior que muestren y demuestren su calidad, que sean capaces de competir con las demás de la América Española y de la Región del Caribe y con contribuciones claras al desarrollo de nuestro país.

Deseamos poner en práctica políticas que ofrezcan una visión integral de nuestras instituciones de educación superior y que se sustenten en sus posibilidades, condiciones y entorno.

¿Qué hacer para lograrlo?

Ante todo, como veremos más adelante, disponer de estrategias que propongan metas claras y realistas.

La definición del camino a recorrer de parte de nuestras instituciones de educación superior, a decir de muchos, es una tarea muy compleja; no hay receta válida para todos, ni siquiera para un país o una modalidad. Creemos a ciencia cierta que lo que más nos hace falta es hacer una revaluación de todo lo que está en juego, con el propósito de elegir, con inteligencia y devoción, el camino adecuado e instrumentar las acciones pertinentes que permitan recorrerlo.

Nada ni nadie nos ha hecho más daños que el partir de una sensación de fracaso o de derrota, en vez de hacerlo de una revaluación de todo lo que estaba en juego. Nada mejor que una visión amplia y generosa de nuestro sistema de instituciones de educación superior y de sus contribuciones a nuestros planes de reforma; nada más conveniente que una visión integral que considere las limitaciones problemas y riesgos, al mismo tiempo que reconozca logros y oportunidades.

Entendamos que los cambios que se deciden en la misión, las estructuras, la gestión o el financiamiento de las universidades han de tener muy en cuenta la pluralidad y la diversidad institucional de las mismas. Y que se debe llevarse a cabo un diálogo equitativo entre dichas instituciones y el Estado.

En dicho diálogo, deberá valorarse el sentido a la autonomía universitaria como condición intrínseca de la educación superior, al mismo tiempo como garantía de su desarrollo.

Entre las transformaciones más importantes ocurridas en el sistema dominicano de instituciones de educación superior a partir de la última década del pasado siglo 20 se destaca: la gran expansión cuantitativa de todo el sistema; su notable diversificación; el aumento de participación del sector privado: el incremento de la internalización; los esfuerzos de reforma de parte de la casi totalidad de las instituciones del sistema; y, sobre todo, el cambio de actitud de los gobiernos que se sucedieron hacia la Pontificia, Real y Autónoma Universidad de Santo Domingo.

Un selecto grupo de catedráticos que laboramos en diferentes universidades hemos estado procurando que nuestro sistema de instituciones de educación superior se adapte a los cambios del entorno, desarrollando nuevas políticas entre las que se destacan: la búsqueda y consolidación de mecanismos de diálogo con las instancias gubernamentales; el establecimiento de mecanismos de control y de evaluación de las instituciones de educación superior orientados hacia el perfeccionamiento continuo de las mismas; la procura de diversificación de las fuentes de financiamiento de las instituciones de educación superior a través de la suscripción de contratos de servicios con entes públicos y empresas privadas; el impulso de las labores de investigación con fines utilitarios; y el desarrollo de iniciativas en pos de la ayuda y de la cooperación internacional. ¿Estamos en vía de lograrlo? Creemos que sí.

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