La contaminación moral (y 3)

La contaminación moral (y 3)

La contaminación moral es recurrente en la historia de la humanidad.  Desde los hechos que se narran en la Biblia, de la vida de la Roma Imperial y pasando por el desenfado de placer del Vaticano del siglo XVI en la época de los Borgia, provocadores de la Reforma de Lutero, hasta el boato de los Kennedy en la Casa Blanca, todo es una larga trayectoria de acallar las conciencias y darle rienda suelta a la pasiones humanas.

Los países de la Tierra están sumergidos en una etapa similar a las vividas por nuestros antepasados. En la medida que se frena la contaminación ambiental, la moral se libera de sus amarras y cambia la forma de pensar de muchas sociedades, que ya no ven tan pecaminoso el enriquecerse acosta del erario.

En la sociedad dominicana se hace ostentación de riquezas al vapor, y más si son altos funcionarios del gobierno de turno, entrando en pánico cuando el Wikileaks libera informes confidenciales, que detallan acciones dolosas en el lavado de dinero, lo tratan de desmentir, pero la evidencia y los hechos los delatan. Son muchos funcionarios y legisladores, que les encanta acudir a los sitios públicos de alcurnia, a degustar buenos platos gourmets o libar el vino Vega Sicilia.

La contaminación moral en Dominicana está a ojos vista. Desde los signos ostensibles de muchas de las torres habitacionales, construidas gracias a un intenso lavado de dinero fruto del trasiego de drogas, hasta la “mula” que se presta a transportarla en su estómago, hay una amplia variedad de acciones que retratan al país de cuerpo entero.

Los viajes presidenciales internacionales son una urgencia de complacer egos, necesitados de reconocimientos y elogios que permitan trascender los limitados límites de una isla caribeña, llevando amplias comitivas, trayendo magros resultados para el país  y alimentando la contaminación moral.

La contaminación moral se expande a ojos vista en el país, ya es una nube borrascosa de negras tonalidades. No hay reparos para otorgar contratos billonarios para una carretera en la frontera o construir parqueos en la UASD a un costo exagerado, tal como ocurrió con el parqueo del Palacio de Bellas Artes o en la cárcel de Higüey. No existe ningún temor, por parte de los responsables, para ocultar sus intenciones y de que algún día tendrán que rendir cuenta de sus actuaciones frente a la justicia.

La contaminación moral sumerge en la pobreza a los sectores que se les ha quitado su sustento, al perder los puestos de trabajo y alza constante del costo de la vida por el impacto tan funesto que produce la política oficial de los precios de los combustibles.

EI gobierno se ha empeñado en convertir, como su principal fuente de ingresos, los gravámenes semanales a los precios de los combustibles, con el alza constante y con el descaro de congelarlos por alguna razón política y solo rebajarlos pírricamente cuando el petróleo desciende a nivel internacional, como ha ocurrido en los pasados días.

 De manera que los políticos tienen incrustados una contaminación moral que los hace creer que trabajan bien cuando se sumergen en una vida de boato, administran sin capacidad e ignoran con engreimiento a los gobernados y se permiten la exhibición de riquezas que no resistirían la más mínima fiscalización de la DGII.

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