La continua corrupción

La continua corrupción

JOSÉ R. MARTÍNEZ BURGOS
Vuelve a ser noticia caliente el asunto de la corrupción y esto es así porque tocar Poder es su asunto, resulta algo así como el ser y no ser de Shakespeare, porque, muchos cuando solo se acercan al poder o cuando están muy cerca, se convierten en la fiera más feroz de nuestra selva, pues creen en la estrategia de los hechos consumados, que tienen mucha sustentación en nuestro país, es decir, es como caer en el limbo del olvido.

Esto es así, porque la fascinación del teatro de nuestra política lo ha dejado demostrado por más de cien años, pues suele ser muy sugestivo como la contemplación, que sucede con las promesas de los compromisos anunciados en las campañas en los procesos electorales, se podrían decir en otros términos de la gran construcción ilusionante, como corolario de la desconstrucción decepcionante, que luego remata en dolo, fraude y es el resultado de las realidades que se encargan de diseñar el presente, que desgraciadamente nos ha tocado vivir.

Es que transcurrido un tiempo después de las elecciones, los gobernantes sufren una mutación que no satisface a sus allegados y éstos no llegan a entender y que quedan satisfechos al no poder conseguir realizar sus apetencias, lo que trae por consiguiente el resurgimiento de la corrupción, porque las fieras que existen en todos los partidos políticos no requieren de excitación pues no pierden jamás el apetito. Ese es el pecado de los líderes, no pueden complacer a todos los amigos, salvo aquellos que aportaron más para la campaña, y, entonces la sombra de la corrupción en sus filas, en su propio gobierno se convierte en el temor de que en un nuevo período se instalen las rapiñas ostentosas y prepotentes. Luego, en ese momento no hay otro camino, que no sea ceder, pues con los corruptos ni se pacta ni se pueden tener contemplaciones, ya que no es negocio gobernar a cualquier, sobretodo, que la gangrena de la vida política tiene tal gravedad y se extiende de tal manera, que es preciso cortarla por lo sano, como se hace cuando se amputa una pierna o un brazo, sin piedad, sin perplejidades, para poder salir a plena luz del túnel de los traidores, pues «no se trata de pesar o medir el estiércol que porta cada uno, sino de comprobar la diligencia y el estilo con lo que cada cual se quita el estiércol de encima». Es decir, en este negro asunto de la corrupción, la única solución que tiene validez es la de el ejemplo, pues, no se puede dejar que la inmoralidad y la decencia asfixie al poder. Por eso en el caso que ocupa la atención pública, es necesario una condena ejemplarizadora, pues no puede haber una disintonía entre democracia y autoridad, ya que las leyes están en las democracias para ser rígidas en su aplicación, sin mezclas de intereses ni actuaciones partidistas.

El caso que ocupa a la nación y que vemos con lástima y mucha pena, porque demuestran cuan corrompida está nuestra sociedad, nos hace pensar, que la ambición política ya deja de valer por si misma y que se encuentra en un nivel muy bajo y al servicio del enriquecimiento ilícito, sin embargo existe un decir en la India, que establece, que «es difícil que el pez que está en el agua no beba agua, así como es imposible que los servidores del sector público, no cojan en su tarea, dinero para si», es lo que en realidad llamamos cleptocracia, esto es, la explotación sistemática de las oportunidades de enriquecimiento personal que ofrece un gobierno, a veces, moderada y otras exacerbada mediante los enlaces con el crimen organizado. Dice un reconocido pensador «que la única diferencia entre policías y ladrones reside en que los primeros usan uniformes». Es que la política tiene demasiadas trampas y demasiadas tentaciones y se necesitan sólidos principios éticos, buena formación para no ser arropado por las garras de la ambición prematura y además mucho coraje para entender la incomprensión y la insatisfacción, cuando no se toman las decisiones adecuadas. Porque las luchas de interés muchas veces ciegan a los gobernantes y no le dejan ver la realidad, y, para esto no existen lecciones orales ni libros escritos que tracen pautas, hay que ser un equilibrista, mientras tanto, los demonios de la corrupción seguirán incubando sus monstruos.

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