La contrarreforma

La contrarreforma

PEDRO GIL ITURBIDES
Se ha emprendido un proceloso derrotero congresional para dotar al Gobierno Dominicano de un mecanismo que incremente sus ingresos corrientes. Desde la firma del acuerdo suscrito por el Presidente que se iba, Hipólito Mejía, y el electo, doctor Leonel Fernández, a ese mecanismo lo bautizamos como proyecto de Reforma Fiscal. Pero tan pronto el doctor Fernández juró para el ejercicio de sus funciones como mandatario, hemos abierto una fisura en ese andamiaje, todavía inconcluso. Me permito llamarla «la contrarreforma».

No crean que voy a hablarles de religión, pues los días de la reforma y la contrarreforma quedaron atrás hace tiempo. Quiero hablarles de una contrarreforma que cobra forma de nuevos subsidios, a contrapelo de cuanto se pacta con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Hablo del tranvía que, en busca de salidas a los problemas del transporte de pasajeros, se gesta como panacea.

El proyecto del dichoso tren urbano procede del anterior período agotado por el doctor Fernández, entre 1996 al 2000. En aquellos días disentimos del proyecto porque la ruta diseñada, relativamente corta, lo hacía un adorno en vez de un sistema de transportación apropiado para Santo Domingo. Hoy nos inquieta el saber que entre sus costos de operación y sus ingresos, habrá un hoyo. Los hoyos son peligrosos desde que atañen a cuestiones de dinero.

Uno de los sistemas de transporte colectivo más esperanzadores lo fue la antigua Oficina Nacional de Transporte Terrestre. La llamábamos por el acrónimo de este nombre, Onatrate, y tal vez por ello quedó lisiada desde que su fundador fue apartado de la misma. Porque entre Onatrate y disparate hay enorme semejanza fonética. El Ing. Milcíades Pérez Perdomo la mantuvo como un ente público funcional, eficiente y activo. Los usuarios sentían satisfacción inmensa al ocupar aquellos autobuses.

Después, del disparate se cayó en el desastre. Había funcionado basada en un subsidio y solamente quien tuviese amor a lo parido podía darle vida y eficacia. Los sucesores estuvieron más atentos al subsidio que otorgaba el gobierno para que operara con pasajes de atractivo valor para los usuarios, que en su eficiencia. Hacia su cuarto o quinto año de servicios, era posible adquirir motores de esos autobuses con solamente tocar las puertas adecuadas, en el entramado burocrático que se armó.

Cuando el doctor Joaquín Balaguer retornó al poder en 1986, se integró una comisión para investigar lo que se hizo en Onatrate. Esa comisión rindió un informe que, cuando lo leimos antes de tramitarlo al Presidente Balaguer, lo juzgamos espeluznante por sus revelaciones. Los subsidios tanto como los equipos sirvieron para todo, menos para los fines para los que se entregaban unos o se habían adquirido otros.

De la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses, conocida popularmente por sus siglas, no tengo que hablarles. Desde los días en que su fundador, el Ing. Hamlet Hermann la concibió, es mucha el agua que ha corrido sobre sus techos. Y la historia puede ser calcada de Onatrate, pues mientras la manejó su fundador, existía el criterio del servicio. Después, las quejas de los usuarios, la notoria ausencia de los autobuses en las calles, perfilan el panorama en que se desenvuelve la Omsa.

¿Quién nos dice que no haremos lo mismo con los trenes para el servicio de transporte urbano en Santo Domingo? Pero además, ¿qué explicación daremos a los organismos multilaterales que nos incitan a mejorar nuestras cuentas públicas, si seguimos abriendo servicios sostenibles por transferencias corrientes y de capital? A este panorama es al que hemos bautizado como el de la contrarreforma. Mediante la reforma se intentará exprimir, aún más, el esmirriado bolsillo del contribuyente. Por la contrarreforma buscaremos la manera de que, si no bajo la presente administración, en alguna futura, nos inventemos las consabidas fórmulas para disponer del subsidio en asuntos diferentes a aquellos para los que la ley los destina.

Tengo la impresión de que el afán por resolver los problemas del transporte de pasajeros nos está llevando lejos de la parada. En medio de una crisis financiera como la que se padece, acicateada por un enorme déficit fiscal, es desaconsejable pensar en este tren de pasajeros.

Pensémoslo diez veces, antes de que de la reforma se pase a la contrarreforma, al abrir otra cuenta de subsidios cuando estamos bregando por eliminar algunos de los existentes.

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