La Copa del Mundo sólo para los elegidos

La Copa del Mundo sólo para los elegidos

POR MARIO ARVELO, HÉCTOR MOLINA Y ARTURO PEÑALÓ
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No resulta sencillo organizar una Copa del Mundo. Se necesita tener una infraestructura de categoría mundial no sólo en los estadios, que deben ser muchos, con una gran capacidad de asientos y con facilidades de primer orden, sino también de alojamiento y de servicios de transporte para poder manejar la masa humana que se desplaza al país organizador con el objetivo de ver a su selección o el país de su predilección, o simplemente disfrutar de buen fútbol y del ambiente que allí se forma. 

Para tener una idea de las magnitudes envueltas, el Comité Organizador del Mundial de Corea y Japón estimó que sólo en estadios ambos países se invirtió la suma astronómica de cinco mil millones de dólares, es decir, más de 150,000 millones de pesos dominicanos al cambio actual. Ello, con el objetivo de recibir adecuadamente a las más de 400,000 personas que se trasladaron a ver el espectáculo deportivo más importante del mundo, y para satisfacer los requerimientos visuales de una suma agregada de cuarenta mil millones de televidentes, o lo que es igual, más de seis veces la población total del planeta. Estas cifras están muy por encima de las que arrojan los juegos de la Olimpíada y, por supuesto, son extraordinariamente mayores que las que manejan el Super Bowl (el partido decisivo del fútbol “americano”, la Serie Mundial del béisbol o las finales de la liga profesional de baloncesto en Estados Unidos (NBA).  

Ahora bien, los beneficios directos e indirectos que se derivan de la Copa del Mundo son extraordinarios. En Corea del Sur se estima que la organización del Mundial significó un 1% de crecimiento del Producto Interno Bruto (cifra que es aun más relevante si se tiene en cuenta que estamos hablando de un país altamente industrializado), y que los beneficios superarían la suma de mil cuatrocientos millones de dólares, esto es, cerca de 50,000 millones de pesos. Si lo vemos en términos cualitativos, la visión que desde el exterior se tenía de España cambió significativamente con la organización del Mundial de 1982, que reveló a la Madre Patria no como una caverna arruinada por cuatro décadas de franquismo, sino la de un Estado moderno y democrático, abierto al mundo.

Catorce países han tenido la prerrogativa de organizar hasta el momento un Mundial. El número no cambiará cuando el pitazo inicial se dé en Múnich, puesto que Alemania se sumará a México, Italia y Francia como los países que habrán organizado esta fiesta universal en más de una ocasión. Por siete veces el Mundial se ha jugado sobre suelo americano, y con la edición de este año serán diez las veces que ha sido organizado por un país europeo.  Recordemos que en su versión 2002 el Mundial fue por primera vez organizado en el continente asiático, y que la próxima versión será la primera en ubicarse dentro de los confines de Africa.

Si ser condecorado con la organización de un Mundial requiere un derroche de energías, recursos y ¿ por qué no? una excelente capacidad de cabildear (sólo basta ver los escándalos surgidos a propósito de la concesión de las sedes olímpicas en años recientes), llegar a jugar la fase final es ya una proeza para la mayoría de los países que tienen que competir entre las más de doscientas naciones que componen la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA). Este organismo, dicho sea de paso, tiene más miembros que la Organización de Naciones Unidas.

Ganar un Mundial es otra cosa. La equivalencia deportiva que se asimila a encontrar el Santo Grial, y que permite al país en cuestión colocar una estrella en su camiseta, ha sido lograda únicamente por 7 selecciones en las 17  versiones que se han jugado antes de la que comenzará en Alemania el próximo 9 de junio. En el caso de nuestro continente, esos países son Argentina y Uruguay (ambos bicampeones, aunque una particularidad del caso uruguayo será tratada en una de las entregas que publicaremos antes del pitazo inicial), además de los cinco títulos conseguidos por Brasil.

Por cuanto tiene que ver con Europa, tanto Italia como los anfitriones de este año se han coronado tricampeones del mundo, mientras Francia e Inglaterra han levantado la Copa del Mundo en una ocasión.

El caso de Brasil es único, no sólo porque es el máximo galardonado en estos eventos, sino porque es el único que nunca lo ha obtenido como anfitrión, lo cual es doblemente difícil. Igualmente, es el único país que ha levantado el trofeo fuera de su continente, específicamente en Suecia 1958, y en Corea y Japón 2002. Además, y por si esto fuera poco, los de la camiseta canarinha son los únicos que han jugado en todas las fases finales disputadas hasta ahora.

Y aquí entramos al espinoso tema de la ventaja de la casa y la ventaja del continente. En ambos casos podemos hablar de que son factores importantísimos (algunos entendidos creen que hay que ir más allá y declarar que se trata de un elemento determinante) en lo que al Mundial se refiere. Numerosos análisis se han hecho de las razones por las cuales en seis ocasiones de las diecisiete lo ha ganado el país que organizaba la justa o, para ampliar la discusión, solamente en cuatro de las diez ocasiones que el Mundial se jugó en territorio de una potencia futbolística de primer orden, el dueño de casa no se coronó campeón planetario: Francia 1938, Brasil 1950, España 1982 e Italia 1990. Por lo demás, en esas cuatro ocasiones el dueño de casa partió entre los favoritos.

Anteriormente se hablaba de la adaptación al terreno y al clima, situaciones que deben ser descartadas porque el fenómeno de la globalización no ha estado ajeno al fútbol. Hoy en día los jugadores están dispersos en las ligas profesionales de varios continentes. Parece ser que el factor del público, tan valioso en otros deportes, no escapa al fútbol.

De todas formas, la pregunta queda en el aire: ¿ vale lo mismo el mundial que ganó Inglaterra en su propia tierra en 1966, que el obtenido por Brasil en Suecia 1958 ? O más cercano: ¿es igual el título obtenido por Francia en 1998 en tierras galas, que el de Brasil en Corea y Japón 2002 o el de Alemania en Italia 1990? La pregunta da para profundas discusiones, pero Francia e Inglaterra, que sólo han obtenido el mundial ganándolo en su propio territorio, tienen una deuda que habrán de pagar convirtiéndose en bicampeones.

Otro elemento de discusión es el valor que tienen los triunfos obtenidos en los primeros mundiales. Uruguay presenta un caso interesante, ya que fue por mucho tiempo una potencia de clase mundial, dominando incluso el panorama internacional del fútbol por casi dos décadas (las del 1920 y 1930). De hecho,  cuando finalizó el Mundial de 1950 jugado en Brasil, los porteños marchaban prácticamente invictos en competencias internacionales: tras ganar la medalla de oro olímpica en 1924 y 1928, se impusieron en el primer Mundial ?jugado en su propia tierra en 1930 ? y, tras haberse mantenido alejados de Italia 1934 y Francia 1938 por decisión propia, protagonizaron el agónico ¿ Maracanazo?, que merece ser tratado en entrega aparte.

El caso es que, a partir de allí, el fútbol uruguayo se desplomó, o simplemente vio que un avance mayor de otros países con mayores recursos financieros o una mayor población de dónde sacar estrellas del balompié (Uruguay apenas tiene tres millones de habitantes) hicieron un rebase del que aún no se han recuperado. De hecho, los charrúas no estarán presentes en Alemania 2002.

Todos quieren ser sede de un Mundial

Cuando comenzaron los preparativos que habrán de culminar el próximo 9 de junio con la apertura de la Copa Mundial de Alemania, la columna Tarjeta Roja expresó fundadas preocupaciones sobre el proceso de concesión de la sede, la cuales compartimos con nuestros lectores a través de las páginas deportivas del periódico Hoy, y que reproducimos en el siguiente texto.

La Copa Mundial de 2006 peligra ante los manejos sospechosos que acaban de dar a Alemania la sede sobre la República de Sudáfrica, país que era favorito para organizar la fiesta más relevante del más popular de los deportes. Desde que el fin de semana pasado fuese anunciada la victoria de la candidatura germana, los aficionados del Deporte Rey del planeta se hacen la misma pregunta: ¿hubo soborno?

El movimiento deportivo internacional se ha visto sacudido por numerosos escándalos que incluyen la estocada con nocturnidad dada a Beijing para despojarla de los juegos de la Olimpíada correspondientes a 2000 y el nauseabundo fraude en la concesión de los Juegos de la Olimpíada de Invierno de 2002 a Salt Lake City, escándalo de tal envergadura que su conocimiento por el público obligó a reformar el sistema mediante el cual el Comité Olímpico Internacional escoge las sedes.

Cinco países comenzaron la lucha por el mundial de 2006.

 Limitada por su pobre infraestructura y la contumaz violencia de los hooligans, Inglaterra debió engavetar sus aspiraciones, y concentrarse en la Olimpíada de 2012, que los londinenses desean organizar. [Nota de 2006: el COI concedió a Londres la sede ansiada en una final dramática por sobre París; la victoria londinense, como sospechaban muchos observadores, no estuvo exenta de manejos turbios.

Su raquítica demanda de asientos, por no hablar de cuestiones de seguridad, descalificó a Marruecos. El descalabro de su planta física, en especial el monto sideral que debía afrontar para remozar sus estadios, anuló las esperanzas brasileñas: los amazónicos renunciaron antes de que se celebrase la primera ronda de votación.

Quedaban, entonces, los alemanes, cuya selección se encuentra en desbandada tras el fracaso histórico en la más reciente Eurocopa, y los sudafricanos. Estos últimos, atrapados en un maremoto de violencia social mientras prosigue la etapa de transición desde el régimen racista del apartheid a una democracia funcional comenzada por Nelson Mandela y que habrá de continuar su sucesor Thabo Mbeki, lograron los votos sudamericanos y los de la CONCACAF (éstos últimos con la promesa de apoyar a Brasil para 2010). Obviamente, la candidatura del país más meridional del llamado Continente Negro contó con los sufragios de la Confederación Africana. Sobre todo, disfrutaron del apoyo decidido del hombre más poderoso en el deporte universal, el presidente de la FIFA Joseph Sepp Blatter, nativo de Suiza.

Para complicar aun más un asunto de por sí espinoso, según el representante sudafricano Emmanuel Maratas, el señor Charles Dempsey (delegado de Nueva Zelanda), había acordado apoyar a la República de Sudáfrica una vez Inglaterra estuviese fuera de la competencia. De haber sido depositado ese voto, el empate hubiese sido roto, en aplicación de los reglamentos, con el sufragio anunciado de Blatter.

En una contorsión que deberá ser investigada a profundidad desde ya el glorioso Roger Milla habla de un boicot africano a la copa de 2006. Dempsey se abstuvo, dando el triunfo organizativo a los teutones, quienes se han proclamado tres veces como campeones mundiales. Sudáfrica aparenta haber sido apuñalada por la espalda.

La idea de Blatter de otorgar sedes por rotación queda destruida: Brasil e Inglaterra han anunciado que se disputarán el montaje del clásico cuadrienal en 2010. El continente africano difícilmente olvidará (aunque alcance a perdonar) tamaña humillación. Estados Unidos, de su lado, desea ser de nuevo anfitrión, y a quienes alegan que apenas en 1994 organizaron la Copa del Mundo, los norteamericanos responden que México tuvo la responsabilidad de montar dos Mundiales en el mismo lapso de dieciséis años, aunque para alegar este argumento olvidan que la Copa Mundial de 1986 debía ser organizada por Colombia, que declinó a última hora.

Se dice, por lo demás, que España prepara una oferta, al tiempo que otros apuntan a la mutual Bélgica-Holanda, la cual ante la experiencia de la Eurocopa de 2000 podría ser una opción viable. Y qué de Asia, después que Corea y Japón se repartan el montaje del Mundial de 2002 . Verá Oceanía una Copa del Mundo en su territorio, especialmente después del éxito de los juegos de la Olimpíada de Sydney 2000 .Y los países de América Latina y el Caribe, cuándo volveremos a organizar un torneo planetario.

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