La cordura no es parte de la conducta dominicana

La cordura no es parte de la conducta dominicana

Fabio R. Herrera-Miniño

Una de las consecuencias colaterales de la pandemia universal del covid-19 es que se ha modificado de diversas maneras la conducta de los seres humanos afectados de una forma u otra del virus en sus comportamientos sociales.

Los efectos de las vacunaciones masivas han dejado secuelas que todavía se ignoran en el cuerpo humano. Es posible que la conducta de los seres terrestres se esté modificando por los efectos de un antídoto contra una epidemia que si bien no ha matado a tantos seres humanos como en 1918 ahora la rápida intervención de los científicos y los gobiernos se les ha salvado la vida a millones de seres.
Pero al mismo tiempo dislocó a los cuerpos introduciéndoles nuevas variantes de la conducta, la salud y de otras enfermedades.

Los dominicanos no podíamos estar ajenos a esos efectos colaterales que han alterado la conducta de la ciudadanía que siempre han tenido un comportamiento tolerante y más cuando están bajo la influencia del alcohol, que los vuelve taciturnos y se tornan callados, o se tornan violentos, son excesivamente parlanchines o cometen actos que después lo lamentan arrastrando la vida de seres inocentes.

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No transcurre una semana en que no se produzcan hechos violentos que arrebatan la vida a seres inocentes que se vieron en el lugar equivocado frente a las pasiones desatadas en especial de hombres que arremeten en contra de la que alguna vez fueron sus compañeras.

La costumbre de matar y luego suicidarse en especial está arraigada en la mente de los que alguna vez fueron militares. Agreden sin darse cuenta de las consecuencias aparte de llevar el dolor en el seno familiar.

En los pasados días el país se ha visto conmocionado por la frecuencia de los actos que, fruto de las pasiones descontroladas, están llevando luto a muchos sectores sociales que les ha alterado su apacible modo de vida en donde el disfrute de una cena rápida, tomar unas cervezas o jugar dominó están culminando en tragedias increíbles e ilógicas para la tradición de la vida de la sociedad dominicana.

Combatir esa actitud social de una parte de la sociedad en donde está anidada la violencia es difícil. Y no es decir como dijo un funcionario que no se puede colocar un policía en cada casa. Esa es una forma irresponsable de eludir la gravedad de la situación cuando todos los planes que han implementado hasta ahora han fracasado estrepitosamente por improvisaciones, incapacidad e ignorancia de la magnitud del problema.

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El dominicano es un ser que lleva la agresividad latente en incubación y por cualquier quítame esta paja explota con lenguaje insultante, amenazas y agresiones o va directo a la agresión atacando físicamente a quien es objeto de su rabia por lo general una compañera de años.

Combatir esta agresiva costumbre social es una quimera. Hacerle frente a la delincuencia con las herramientas que se tienen, y ahora con los drones, no es una tarea de previsible éxito ya que la raíz del problema está muy enraizada en la conducta general. No hay tolerancia con ingredientes que a veces pequeños se incuban y de repente dan lugar a tragedias que se creía que no las veríamos en el vecindario.

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