La corrupción: costo colateral del desarrollo

La corrupción: costo colateral del desarrollo

En medio de la tranquilidad de los días santos, los medios publicaron una noticia originada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) de que el combate a la corrupción en Brasil había afectado el PIB al frenarlo y reducirlo en algo más de tres puntos porcentuales.
Ese informe del FMI para la economía de Brasil fue comentado por el soporte político de la presidente Dilma Rousseff, el ex presidente Lula, donde exponía con valentía la realidad del admirable desarrollo de su país, apoyando que la corrupción había estimulado el crecimiento brasileño. Brasil se ha convertido en una de las economías emergentes más vigorosas del mundo.
Esas economías emergentes, o los BRICS como se les conocen, las integran Brasil, Rusia, India y China, con una vasta producción industrial que es ofertada con éxito al resto del mundo, logrando que sus poblaciones mejoren sus niveles de vida. En esos cuatro países están dadas las condiciones para que tal mejoría ocurra.
La sólida campaña contra la corrupción, que lleva a cabo la justicia brasileña, ha conmovido los cimientos de las principales empresas en que algunas de ellas están relacionadas con el país. La campaña brasileña contra la corrupción hizo crecer el desempleo el año pasado en más de tres puntos porcentuales, según el FMI, tirando a las calles a millones de obreros de empresas cerradas o reducidas en sus operaciones. De ahí el grito de Lula, que con demagogia, ha puesto el dedo en la llaga en una lucha que no se sabe si produce beneficios o perjuicios a la economía de Brasil.
La economía dominicana experimentó un salto cuantitativo en su desarrollo. Eso ocurrió después de los sucesos sangrientos de abril de 1984 con la poblada civil. Esto hizo tambalear el gobierno perredeísta de entonces. Los cielos y mares dominicanos se abrieron para el tráfico de drogas con el país de trampolín hacia el demandante y millonario mercado norteamericano. Localmente fueron muchos los que se incorporaron a ese trasiego que los enriquecía y transformaba la fisonomía urbana de las ciudades, en especial la de Santo Domingo.
La corrupción, enquistada por el uso de los recursos estatales debido a los sobornos en ventas y contrataciones de obras y nominillas fantasmas, redujo su nivel de importancia cuando el negocio de las drogas atrajo a políticos, empresarios, militares y gente de pueblo que se enriquecían a ojos vista. De la noche a la mañana surgían nuevas urbanizaciones y torres lujosas de los nuevos ricos que se mezclaban con los peloteros y artistas de la farándula que les iba muy bien en sus actividades.
En el país, la poderosa lucha que los Estados Unidos ha puesto en marcha para evitar el lavado y trasiego de drogas, ha estimulado que la corrupción en torno a los recursos del Estado haya aumentado. Esto se refleja por el nivel que ocupa la corrupción en las encuestas, declaraciones de las autoridades eclesiásticas en sus homilías y cartas pastorales.
También algunas autoridades responsables, y preocupadas por esos eventos, hacen promesa de fe para combatirla y aparentemente toman medidas para obstaculizar la fuga de los recursos oficiales. Tales intenciones se diluyen ante el acoso de las tentaciones que le tumban el pulso a cualquier funcionario bien intencionado. Éste fracasa en sus acciones de limpieza.
El auge del turismo, el festival de la corrupción y el lavado conexo en el país, se manifiesta en la explosión de modernismo urbano con el crecimiento vertical de la capital, Santiago, San Francisco de Macorís y hasta Higüey en menor escala. Así mismo, el explosivo crecimiento de los sitios para comer atractivos manjares con decoraciones modernistas, habla a las claras de una prosperidad que se concentra en un minúsculo sector social.
Este desparrama poca cosa hacia los sectores más pobres, por aquello de la glotonería del amasar fortunas, persistiendo los pobres en sus niveles de indigencia. También en su inconformidad social, contenida por el paternalismo estatal con todos sus bonos, botellas estatales y alimentos subsidiados.
No hay dudas que la tesis de Lula y el empobrecimiento que produce el combate a la corrupción, crea un mar de opiniones en favor y en contra. Dijo una verdad tan grande como el estadio de Maracaná. Hay una gran hipocresía en el combate a la corrupción, ya que casi todos los políticos buscan enriquecerse. Por tanto es casi una batalla perdida en nuestros países por la escasa formación moral y cívica de sus líderes.

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