La corrupción genera más pobreza

La corrupción genera más pobreza

El Presidente Fernández se ha referido a la corrupción en otro seminario y sus declaraciones no han sido del todo bien recibidas por una opinión pública harta de opiniones y ansiosa por ver acciones.

Uno de los más terribles efectos de corrupción es cómo genera más pobreza. Hace un lustro el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU reveló que una cuarta parte de los dominicanos pasaba hambre y había aumentado la cifra de desnutridos crónicos –con su secuela de atraso mental y mala salud. A raíz de las quiebras bancarias fraudulentas de 2003, la República Dominicana fue en 2005 uno de los únicos dos países latinoamericanos donde creció el índice de miseria. Al mismo tiempo, las columnas de banalidades sociales revelan que un creciente número de dominicanos consume champagne como si vivieran en París y en las calles hay más automóviles de gran lujo que en cualquier ciudad de país rico. ¿Qué nos está pasando?

Es una paradoja que habla mal de la sensibilidad de la mayoría del liderazgo dominicano que, al mismo tiempo que un creciente número de niños padece la terrible carencia de la alimentación imprescindible para crecer sanamente, la brecha entre ricos y pobres se va convirtiendo en un abismo insalvable. Este país siempre ha sido pobre, pero sería necio negar que el crecimiento del último medio siglo es impresionante, y que en sentido general ese crecimiento ha permeado toda la sociedad: se ha expandido la clase media, hay mayor movilidad social, es posible mejorar las condiciones de vida sin tener que engancharse a político o guardia.

Las razones o raíces de la pobreza están tan estudiadas que casi da asco saber que hay un cuerpo de conocimiento tan vasto sobre un asunto tan opresivo. Es como si los médicos supieran cómo combatir y vencer el cáncer, y carecieran de la voluntad para hacerlo.

La mayoría de los dominicanos pensantes sabe perfectamente que muchísimas pequeñas injusticias deben corregirse para que el país despegue, pero otros siguen comprometidos con defender causas o privilegios indefendibles, como la impunidad para mil formas de corrupción.

La parálisis que provoca esa lucha es lo que mata de hambre a los niños desnutridos y al mismo tiempo pone champagne en las mesas de mucha gente carente de virtudes, que pasaría vergüenza explicando a sus hijos el origen de sus fortunas.

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