La corrupción no es prioridad nacional

La corrupción no es prioridad nacional

La última encuesta de Gallup-HOY volvió a demostrar que el tema de la corrupción no tiene la prioridad que le están dando los políticos de la oposición para combatir a los peledeístas, puesto que aparece con un porcentaje de tan solo 13.7% cuando los robos, asaltos, sicariato y delincuencia acapara un 54.4%.

Y en la encuesta anterior obtuvo un 7.9%, lo que demuestra al menos que ya hay más conciencia debido a la insistencia de la oposición para poner ese debate como prioritario; pero al dominicano no le interesa dilucidar los niveles de corrupción,  que no solo se ubica entre la práctica de los políticos, sino que comprende todo el espectro social dominicano.

No hay dudas de que esa concepción del dominicano acerca de la corrupción administrativa es parte de una cultura muy arraigada, que tiene su origen de cómo los valores familiares se han ido distorsionando y cambiando por completo las costumbres y prácticas sociales. Hacer uso del dinero ajeno, y más cuando se trata del oficial, se le considera   como una gran habilidad que debe celebrarse.

Es la costumbre, con eso de ir al gobierno para hacerse, como parte imprescindible de quienes se creen políticos y con  derecho a recompensarse por los supuestos sacrificios y servicios  en favor del partido triunfador. Y si aparece un ser humano que realmente es honesto, y no va a robar al gobierno, se le trata como un pendejo. Por lo general, el Poder Ejecutivo lo cancela, ya que es un mal ejemplo y un estorbo para la costumbre que debe observar de quien se beneficia de un nombramiento.

Los tormentos de los dominicanos de vivir en una sociedad corrupta, y que los últimos bastiones de honorabilidad y de moralidad  se van reduciendo de manera alarmante, es por las distorsiones sociales que han cambiado la conducta de las nuevas generaciones de los pasados 50 años; hasta padres, en otrora impolutos, se ven rodeados de hijos que los acosan en sus negocios o en sus reproches, por no haberse  hechos ricos cuando ocuparon  alguna función pública y hasta privada.

Estamos arropados por el uso y prácticas corruptas de una población,  que en su desesperación por salir de la pobreza, recurre a los más diversos medios para remediar sus limitaciones económicas al enfrentar un crecimiento de la violencia, de los robos y asaltos, que son parte de estamentos sociales desesperados que se la buscan, como la hacen los políticos en los cargos para hacerse de riquezas no legales.

El núcleo familiar, que otrora era un valladar firme para forjar hombres y mujeres conscientes de sus deberes,  se ha ido resquebrajando ante la embestidas de tantas corrientes sociales que alteran por completo lo que se creían eran las normas de vida, para entregarle a su Patria hijos conscientes de sus responsabilidades.

Desafortunadamente, los sucesos derivados del final de la II Guerra Mundial precipitaron los cambios de mentalidad, que iniciados en Estados Unidos, poco a poco se extendió hasta llegar a casi todos los países, algunos con mucho atraso  como fue el caso dominicano. Todavía, hace unos 25 años, se conservaban las tradiciones. Todo se derrumbó y ya la corrupción es una forma de vida aceptada y hasta celebrada en diversos  núcleos sociales, donde el masivo blanqueo de dinero del narcotráfico y otras actividades es aceptado como parte del desarrollo.

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