La corrupción, peor pandemia RD

La corrupción, peor pandemia RD

Dos especialistas de la conducta y una antropóloga coincidieron en que la corrupción ha logrado empoderarse en el modelo social y político de la República Dominicana porque se cambió la honestidad por el enriquecimiento fácil e ilícito, y se fortalecieron las redes que permiten la impunidad.

El psiquiatra Secundino Palacios, la psicóloga Vanessa Espaillat y la antropóloga Tahira Vargas se refirieron al tema al analizar los principales problemas que afectan a la sociedad dominicana de hoy.

Palacios consideró que la enfermedad más lesiva que ha tenido el país en toda su historia es la corrupción, y que esta se escuda en el poder y la violencia.

En su comparecencia en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio planteó que “los íconos de referencia de lo que es el progreso y el bienestar han sido totalmente sustituidos.

“El trabajo, el ahorro, la planificación, el esfuerzo, todo eso ha sido sustituido por el robo de los fondos públicos y por el narcotráfico, cuyos actores buscan la protección de las instancias de poder para conseguir la impunidad”.

Con relación a la actitud que tienen los ciudadanos frente a la problemática descrita Palacios dijo que una parte se indigna, pero otros se sienten cómodos con la riqueza ilegal.

Las redes de corrupción. La experiencia de un sacerdote amenazado por narcos y policías en un barrio marginado de Santo Domingo fue expuesta por Espaillat, para evidenciar cómo están entramadas la corrupción y la impunidad.

“En una de las parroquias donde yo realizaba trabajos de investigación el cura me dio un tour por los barrios de la ribera del río Ozama, me mostró los puntos de drogas, y dónde estaba la zona de las prostitutas que eran controladas por los policías.

“Me dijo que él estaba amenazado por los narcotraficantes y los policías, que los políticos nunca van a esos barrios y que la mayoría de los jóvenes estaban delinquiendo”.

Espaillat planteó además que muchas madres admitían que sus hijos estaban presos por la comisión de delitos, a pesar de que ellas y sus padres eran personas honestas.

El caldo de cultivo que advierte la especialista es la ausencia de los padres por razones de trabajo, en comunidades de alto riesgo donde no había liderazgos.

Sin embargo consideró que hay grupos de apoyo, de trabajo comunitario, que son elementos esperanzadores por la cultura de paz que desarrollan a través del respeto a la autoridad y la inclusión.

La clientela política. Vargas planteó en el encuentro que a la corrupción hay que verla desde la perspectiva del entramado político que le da sostén.

Dijo que, en el poder local, en la municipalidad, existen niveles de relación y complicidad muy fuertes.

“Y eso hay que trabajarlo para enfrentar el clientelismo y la impunidad que han creado determinados alcaldes, diputados, gobernadores, más los programas asistencialistas que se aplican”.

A pesar de las secuelas que deja la corrupción en la sociedad Vargas considera que las buenas prácticas no son fenómenos aislados, sino que hay muchos procesos culturales y sociales cuestionadores que se dan en las provincias del país.

“El problema es que hemos mirado lo negativo de la sociedad, el famoso pesimismo dominicano, y eso tiene que ver con el discurso de la élite intelectual que se ha mantenido desde el siglo XIX, con una actitud de rechazo frente a la identidad y la cultura popular”.

Los jóvenes en el contexto de las protestas sociales

La participación de los jóvenes en las protestas o movimientos sociales, en el contexto de los principales problemas que afectan al país, fue discutida por el psicólogo Huberto Bogaert y por la antropóloga Tahira Vargas, quienes tienen puntos de vista distintos.

Bogaert entiende que la complejidad de la educación ha hecho que para que un individuo sea considerado adulto tenga 25 años, no 18, lo que determina por qué a temprana edad no se involucra en la crítica social.

“Pero además hay una instancia en la personalidad que se ha ido mermando, y es el ideal del yo que estaba presente en la juventud de hace una década.

“Los jóvenes ahora viven el presente, lo inmediato, en una sociedad posmoderna, de consumo, en la que el sexo se estimula mucho más que el sentido del sacrificio por una sociedad normativa”.

Vargas opina lo contrario, y desde su experiencia con grupos de sectores pobres entiende que la población joven diversifica sus métodos de protesta.
“Yo difiero, porque quienes se tiran a las calles en las protestas barriales son los jóvenes, igual que las mujeres. Pero además, hay muchos tipos de protestas, que se hacen incluso a través de la música”.

Al hacer el planteamiento Vargas expresa que esas creativas manifestaciones de protesta no aparecen en los medios de comunicación.

“Los jóvenes de ascendencia haitiana han ido creciendo como una población que se ha ido empoderando y ha generado movimientos de protesta”.

Jóvenes de ascendencia haitiana cuya nacionalidad dominicana les fue anulada por la Junta Central Electoral, por supuestas irregularidades en la emisión de sus actas de nacimiento, protestaron durante varios años mediante la plataforma de un grupo denominado Reconocido.

Vargas también citó la participación de jóvenes de clase media en las protestas contra la corrupción pública, las que surgieron sobre todo tras la salida del poder del expresidente Leonel Fernández.

Bogaert, sin embargo, reiteró su diferencia de criterio al precisar que, que, cuando él citaba la implicación de los jóvenes en las protestas no se refería a la participación ligera en la quema de gomas, sino al compromiso político, al compromiso con el cambio cultural.

“Yo pienso, por lo que veo en la consulta, que por lo menos en jóvenes de la clase media y alta no es ni comparable con lo que sucedía en años anteriores”.

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