La corrupción política y social

La corrupción política y social

Hasta el Papa habla y condena la generalizada corrupción en nuestro país. No es para menos, aquí y en este gobierno como ninguno de todos cuanto hemos tenido en nuestra historia política, los escándalos de corrupción se suceden de manera vertiginosa, siendo el uno más espantoso que el otro.

La denuncia de inmensas mansiones de funcionarios públicos que hace poco vivían en casas más que modestas, la auto asignación de salarios millonarios de algunos funcionarios, doble función de servidor público y empresario que compite de manera desleal con el sector privado, tienden a limitar la corrupción a la esfera de lo público y excluir a la que se produce en el sector privado y a sectores de la sociedad civil. Son también actos de corrupción las lealtades obtenidas a través del silencio, de las investigaciones por encargo que producen informaciones útiles para mantener y/o reproducir el poder político o fáctico (de grupos económicos o eclesiales) las consultorías puntuales a sectores del poder y que determinan el silencio o sordina a la crítica cuanto quien la hace la exprese de manera “políticamente correcta”.

De igual manera constituye un acto de corrupción, el conductor o productor de programas de opinión que tiende a  llevar a sus programas a invitados “potables” para el poder que le coloca sus anuncios; el que desde sus programas radiales o televisivos recurre a la coba para determinados funcionarios o del gobierno, quienes no enfrentan algunas posiciones del Presidente de la República o de algún alto funcionario a sabiendas de que son erradas para mantener el favor y/o el puesto, sea en el gobierno o el partido.

También tipifica como corrupción política la evidente complicidad de los gobiernos que se suceden en el poder con las mafias o gremios de transportistas que se han arrojado el derecho de decidir cuándo y cuántos autobuses de pasajeros o camiones de carga pueden o no circular por determinadas rutas urbanas, interurbanas, nacionales e internacional.

Finalmente, es corrupción aceptar boletas de entradas a conciertos y/o espectáculos compradas de manera masivas con dinero del erario público por un Despacho que no forma parte del organigrama del Estado, para de esta manera tener la claque que aplauda a las autoridades políticas que asisten a esos eventos y/o financiar un eventual proyecto político. El envilecimiento de grandes grupos de personas que acuden a los mítines a buscar que, ora el presidente, ora el candidato le lance el sobre con los cien pesos de la deshonra; que aplaude las promesas que saben no le cumplirán y los votan porque reciben los “subsidios” que se venden como política social políticas es corrupción en un segmento de la población.

La corrupción, al igual que el crimen organizado es todo un sistema, el cual no puede operar sin la complicidad de quienes ocupan altas funciones en la administración del Estado. Es esa circunstancia y no otra, la que poco a poco se ido entronizando en el país y disolviendo los cimientos de la nación dominicana.

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