La cosmética de la muerte

La cosmética de la muerte

Cuando alguien muere se escuchan testimonios tan elogiosos que lo menos que falta es que se diga que el muerto orinaba agua bendita.

Cada vez que muere una persona la mayoría elogia sus “buenas” cualidades,  bondad de corazón, su práctica de la solidaridad, en un ejercicio de desmemoria que viola todas las reglas morales.

En ocasiones, especialmente cuando se leen y escuchan los comentarios que publican los medios de comunicación, se piensa si lo que se escucha se refiere a personas que uno conoce.

Recuerdo aquella tarde que llegó al estudio fotográfico de mi tío Carlos Lassis una mujer especialmente poco agraciada, bizca, de escaso pelo, de rostro desprovisto de carnes y belleza. Luego de los saludos la mujer, cuya falta de atractivos la mantuvo soltera, sin novio ni marido, pidió a Toñito Lassis Constanza, artista del lente y del retoque fotográfico, que le copiara cierto número de fotografías “de aquella que tú me tomaste donde salí tan bien”.

Ni siquiera porque en la acera de la fotografía la mayoría de los presentes éramos muchachos, necios, bromistas, echadores de vainas, nadie se atrevió a reír. Esperamos que la mujer doblara la esquina del correo y a poco la risotada chocaba con la loma del Curro y el eco la devolvía multiplicada.

Toñito buscó el negativo, lo colocó en el atril donde retocaba las fotos pero antes nos la mostró: tenía un ligero aire de la mujer pues ya él había trabajado ese negativo en una ocasión anterior.

Día tras día vemos cómo ladrones de cuello y corbata, gente que hizo y acrecienta fortunas como contrabandista, empresarios explotadores de los trabajadores, grandes evasores de impuestos, personas que han engañado a su madre, a sus hermanos, a sus sobrinos para quedarse indebidamente con el cien por ciento de herencia, son elogiados por la prensa y por comentaristas que mejor debían ignorarlos.

Lo peor es cuando las iglesias, especialmente la Católica, se deshacen en elogios sobre toda suerte de bandido, asesino, ladrón, corrupto corruptor.

Por ahí anda suelto y sin expediente (como dice mi más que amigo Juan Taveras Hernández) sin que la sociedad le pida cuentas por los asesinatos cometidos o por su deservicio a la Patria, quienes luego de muertos recibirán elogios, ello a pesar de que ni siquiera merecen un mal recuerdo.

Toñito Lassis cumplía con su trabajo de artista del retoque fotográfico, pero cuando una sociedad se dedica a retocar las fallas morales y delitos, a ver la realidad con anteojos de tuerto,  todo anda mal.

Aplíquele el flux a quien entienda que deba vestirlo.

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