La creación en Rubén Darío

La creación en Rubén Darío

R. FONT BERNARD
En torno a la creación poética de Rubén Darío, aún subsiste la leyenda, conforme a la cual, el genial poeta escribía sus versos, bajo los efectos del alcohol, en un restaurant cualquiera. Lo que supone, que fue él un improvisador, y no el creador de una poemática, aún no superada en la literatura universal.

Contribuye a la leyenda el propio poeta, tras consignar en una «Autobiografía», sujeta a comprobaciones en varios de sus capítulos, que ocasionalmente improvisaba versos, en los restaurantes y en las redacciones de los periódicos. De esto último sólo se tiene la certeza, de que el soneto titulado «Margarita», dedicado «in memorian», en sus Obras Completas» a un idilio, como lo escribió «mezclado a veces de tempestad, en el cercano pueblo de San Martín». «¿En donde se encontrará?» -pregunta el poeta en sus «Memorias»-, aquella que quería ser una Margarita Guatier, a quien no es cierto que la muerte haya deshojado por ver si me quería, y que llegara a dominar tanto mis sentidos y potencias?»

* «Después, oh flor de histeria ¿llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas y fragancias, tus quejas eran mías».

Cierto es que en los cuarenta y seis años de su parábola vital, Darío escribió muchos versos por encargo, mientras ardía consumido en la que él llamó «la inquerida bohemia». Pero aparte del genio, había en el poeta «mucha lectura y pocas intenciones», como lo expresó en el prólogo de «Los Raros», cuya primera edición data del 1896.

Rubén Darío fue un lector, que supo aprovechar el vasto tesoro de la cultura universal. Pues conforme lo testimonia uno de sus secretarios, el poeta Alberto Ghirardo, trabajaba constantemente, escribía sus artículos periodísticos para «La Nación» de Buenos Aires con gran cuidado, sin apresurarse; hacia versos y leía sin reposo. «Leía libros, revistas, periódicos castellanos y extranjeros, que le tenían siempre a corriente de la actualidad literaria mundial».

De ese continuo trabajo, hay constancia en su celebrada «Epístola a la Señora Lugones», iniciada en Amberes, continuada en París, y terminada en Buenos Aires:

«Y he exprimido la ubre cerebral tantas veces,
que estoy grave. Esto es, mucho ruido y pocas nueces,
según dicen los doctores de una sapiencia suma.
Mis dolencias se van en ilusión y espuma».

¿Cómo concebir -valga el ejemplo-; que Rubén Darío, pudiese escribir poemas como los titulados «A Verlaine», «Palimpsesto», y «Cosas del Cid», sin haber leído y asimilado a Víctor Hugo, a Virgilio, a Raymundo Lulio?. Para él, Verlaine fue Pan y Apolo, y tocó dos esferas, la física y la apolínea, pero prevaleció Pan. Por eso, a la muerte del poeta francés versificó:

«Panida ¡Pan tu mismo, que coros condujiste,
Hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
Al son del sistro y del tambor»:

Y, ¿cómo versificar su celebrado poema titulado «Cosas del Cid», sin haber leído el «Romancero» y «El Cid» de su admirado Teodoro Barbey? Y finalmente el «Palimpsesto», sin conocer la «Historia sacada de un palimpsesto de Pompeya», de Baudelaire?.

Como lo testimonió el poeta Ghirardo, Rubén Darío leía inclusive en el idioma francés, y corregía ocasionalmente mucho de lo escrito, como lo recordó en un panegírico, el crítico literario Alfonso Plancarte, con el título de «Bibliografía de Sombras de Darío». Es un minucioso estudio, rico en observaciones, que puntualiza las variantes de los títulos realizados por el poeta, con señalamientos como los siguientes: En el «Responso a Verlaine», suprimió la palabra «Harmonía» por «Armonía». Y en la «Epísola a la Señora Lugores» sustituyó en el verso décimo quinto, la palabra «ubre» por «ubres». En «Poema de Otoño», cambió el final «Vamos al final de la muerte por camino del amor», por «Vamos al reino del amor por el camino de la Muerte». El poema originalmente titulado «Cielo y Mar», fue sustituido por «A Margarita Debayle».

Desde luego que por las particularidades de su «inquerida bohemia», Darío escribió malos versos, por encargo, entre los recordamos, los dedicados a nuestro poeta Fabio Fiallo, tras recibir de éste, un generoso donativo, luego de haber agotado toda una noche en «Noulin Rouge de París, habiendo olvidado, que no disponía de dinero en su cartera:

«Atala en flor,
ama a Fabio. Amale profundamente,
con el lirio de tu frente,
y la rosa de tu labio»

Doña Atala, hija del poeta Fiallo, contrajo matrimonio con el Doctor Viriato Fiallo, líder del Partido «Unión Cívica Nacional, y candidato a la Presidencia de la República en el año 1962, derrotado por el profesor Juan Bosch, entonces candidato del Partido Revolucionario Dominicano.

En el prólogo a su libro titulado «Prosa Profanas», cuya primera edición data del 1896, Rubén Darío recomendó a los poetas de su época: «Cuando una musa te dé un hijo, queden las otras ocho encinta».

El poeta de la seda, las perlas y el oro, falleció el día 6 de febrero del 1916, hace ahora 89 años, en su Nicaragua natal. Una muerte prevista en su soneto titulado «Lo Fatal»:

«Ser y no ser nada,
y ser sin rumbo cierto;
y el espanto seguro de estar mañana muerto.
y sufrir por la vida y por la sombra,
y por lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y por la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos.
¡Y no saber, a donde vamos,
ni de donde venimos!

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