Lo prometido es deuda: el pasado sábado ¨conversamos¨ de cómo el cerebro de los genios se organiza. No se ha podido determinar con exactitud el funcionamiento cerebral en los seres superiores en cuanto a capacidad y producción; esto ha ocupado la atención de los filósofos por muchos siglos. En el 1693 el poeta inglés John Dryden escribió: ¨Los genios deben nacer, nunca eso se puede enseñar¨. Dos siglos y medio después la autora francesa Simone de Beauvoir, lo contradijo señalando:¨Uno no nace genio, uno se hace genio¨. Noten ustedes que no hay una unidad de criterio para la definición de esos personajes de talento superior. En el 1869 Francis Galton publicó su obra ¨Genios heredados¨ en el que argumenta que los genios son innatos.
Muchos defienden la teoría de que la genialidad es consecuencia de cultivar el conocimiento, fruto de un arduo aprendizaje. Caso de Einstein, quien estudió física por muchos años, antes de empezar a hacer sus grandes aportes a la ciencia. Una cosa que no se discute es el hecho de que los genios necesitan mucho menos tiempo para aprender que sus iguales con más disminuida creatividad. Lo segundo es el hecho de que los genios exhiben una mayor capacidad de hacer cosas y de ejercer variados oficios y hobbies, siendo capaces de manejar esas distintas actividades al mismo tiempo con gran éxito. Lo vimos desde los genios prolíficos de la época del Renacimiento: basta un ejemplo al respecto: Leonardo Da Vinci quien fuera pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor, escultor, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. El tercer aspecto de importancia es la genética: se considera que por los menos el 20% de las genialidades son secundarias a la naturaleza; hay familias enteras en las que todos son muy inteligentes.
La creatividad en los genios es como un torbellino en río caudaloso: se inicia por una pequeña perturbación del flujo del pensamiento, y culmina en un acto conductual que consume el total de las energías. Es un torbellino que arrastra de forma violenta el flujo del pensamiento hacia si mismo: una obsesión. La obra de arte activa regiones corticales específicas y redes neuronales relacionadas con la expresión emocional y el placer. El arte no existe sin el cerebro, el arte es una expresión del cerebro que se utiliza para comunicar. Recuerdo yo más chico, escuchando con mi padre la música de Igor Stravinski, que no era necesario hablar ruso para uno deleitarse con sus majestuosas interpretaciones de los clásicos. Lo interesante del arte, es que debe ser tan directo y explícito como sea posible: las grandes sinfonías son preciosas porque son explícitas.
Es por eso que el genio de Salzburgo es el músico clásico de mi preferencia; evidentemente estoy hablando de Wolfgang Amadeus Mozart. Recuerdo con agrado el deleitarnos con las interpretaciones de la Orquesta Mozart en el Palacio de la Opera de Viena, con su acústica casi perfecta, solo superada por el teatro del Barbican Center de Londres, donde por igual hemos disfrutado de la London SymphonyOrchestra en concierto interpretando al genio vienés de mi predilección. Dado que el mes próximo se celebrará el Congreso Mundial de Epilepsia en la hermosa Viena, al que asistiremos por nuestra condición de presidir el Club de la Epilepsia Dominicano y no podemos perdernos el volver a vivir gratísimos momentos, como el de escuchar el concierto para piano No.27, o el ¨Réquiem¨ en re menor de Mozart en el Palacio de la Opera de Viena, lo que de seguro nos refirmará que la música es universal, donde los genios han hecho los mayores aportes.