La credibilidad periodística tiene que ser cuidada en cada información

La credibilidad periodística tiene que ser cuidada en cada información

El aprecio y práctica de la verificación, para que las informaciones servidas al público estén debidamente sustentadas y sean, en consecuencia, una confiable fuente de orientación, constituye una herramienta fundamental para un buen ejercicio periodístico.

Para cumplir con esta norma esencial, el periodista no puede limitarse a ser un simple recopilador de datos o de declaraciones, en muchos casos interesadas o insuficientes para exponer con amplitud y claridad un tema determinado.

Si se conforma con reproducir lo que alguien dice o quiere, sin estudiarlo, sin cotejar detalles y confrontar sus elementos, o sea ignorando un esfuerzo serio por entender lo que va a publicar y advertir sus implicaciones, el resultado en no pocas ocasiones termina en desinformación o distorsiones. Ignorar este principio da lugar a un riesgo potencial para la credibilidad informativa, porque sin advertirlo, el periodista se expone a la posibilidad de ser utilizado o inclinado a aspectos apartados del interés general.

Se impone, pues, hurgar, dudar, cuestionar y ser en principio escépticos, sobre todo cuando le brindan, de manera pretendidamente ingenua o generosa, informaciones que pueden estar dirigidas hacia un fin ulterior para influir o condicionar la opinión en torno a cuestiones de beneficio particular.

Este cuidado tiene que ser observado, de forma especialmente escrupulosa, cuando están envueltos  asuntos de litigios, conflictos y diferendos en que se requiere representar todas las partes y cubrir diferentes ángulos y aristas para una presentación cabal de la noticia y evitar que se muestre inclinada hacia un lado.

Con frecuencia, los peligros en este tipo de situaciones tienden a surgir cuando en los trabajos de investigación periodística se aceptan filtraciones de documentos y material que, aunque tengan una base cierta, pueden estar movidos por el propósito de los ofertantes de lograr ganancia de causa en un debate o causar  perjuicio a un tercero, a través de la difusión en un medio influyente y bien posicionado.

Como el sabueso investigador, que ante un crimen o delito, la primera pregunta que se formula y con la que da inicio a sus pesquisas, es ¿a quién beneficia, a quién perjudica?, el reportero debe examinar detenidamente lo que llega a sus manos antes de publicarlo, pues pueden ser “regalos envenenados”, en lugar de oportunidades para dar un “palo periodístico”.

El afán mediático, la frenética competencia informativa y la búsqueda de posicionamiento mediante un marketing que descuida formas y contenidos -fenómeno que se ve acentuado ante el hecho de que las noticias llegan ahora velozmente a los públicos por diferentes vías no tradicionales-  en modo alguno pueden ser tomados como excusa válida para debilitar o vulnerar un patrimonio tan vital como la credibilidad de medios y periodistas.

Se trata, no hay duda, de una cuestión básicamente de conocimiento, ética, profesionalidad, conciencia y responsabilidad  para que la información sea un instrumento que ayude a los ciudadanos a ser entes activos y provechosos en la dinámica social, tomando siempre como base la verdad y la transparencia.

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