La criminalidad nos estremece

La criminalidad nos estremece

A pesar del huracán Irma, escribo sobre un tema del que se ha hablado y escrito mucho en los últimos días porque nos proyecta como un pueblo sumido en la barbarie y representa un reto para el Estado y la ciudadanía.
Tres crímenes horrendos fueron cometidos contra igual número de adolescentes de 16, 17 y 18 años, jóvenes llenas de vida e ilusiones tronchadas por verdugos que avergüenzan a la sociedad por su crueldad y cobardía.
Los asesinatos de Emely Peguero, Yoskairy Gómez y Rosalinda Yan Pérez, además de estremecernos, deben inducirnos a una profunda reflexión y a pensar en la urgente necesidad de la educación sexual en las escuelas.
Sin desmedro de los otros, el impacto social fue mayor en el primer caso por el nivel educativo y social del homicida, Marlon Martínez, y la condición de novia embarazada de la víctima.
Ni siquiera la vecindad y buenas relaciones que existían entre las familias de la víctima y el victimario, influyó para evitar que se cometiera fríamente un crimen tan espantoso.
La madre de Marlon, la política y exitosa negociante Marlin Martínez, ante los hechos se hizo cómplice ocultando el cadáver bajo la premisa jurídica de que si no hay pruebas, no hay caso.
Pero la diligente actuación de la comisión designada por la Procuraduría presionó para que la investigación llegara al punto de esclarecimiento que la sociedad exigía con vigilias y manifestaciones violentas.
Independientemente de que los autores de estos tres crímenes sean sometidos a la justicia y condenados a la pena máxima, se mantiene el reto de qué hacer para evitar que la barbarie contra la mujer dominicana continúe avergonzándonos.

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