“Las cosas se han deteriorado. No hay agua, el país no tiene nada y los precios solo suben”, protesta el haitiano Jonel Bernier, un vendedor ambulante que se encontraba este jueves en el centro de Puerto Príncipe vendiendo jugos a unos clientes para los que cada día es mil encontrar agua.
El agua potable escasea desde que se desataron las virulentas protestas contra del presidente Jovenel Moise el pasado 16 de septiembre, ya que los repartidores, si consiguen diésel para sus camiones, no logran cruzar las barricadas que casi a diario congestionan las principales vías de las grandes ciudades.
En las últimas semanas también se han producido problemas de suministro de agua corriente, porque sin combustible no funcionan los motores y bombas de los sistemas de distribución, según ha reconocido la Dirección Nacional de Agua y Saneamiento (Dinepa), que ha prometido restablecer el servicio hasta el fin de semana.
Jonel Bernier, de 27 años, pero que aparenta más edad, se queja en entrevista con Efe de que debido a las manifestaciones violentas casi no ha podido salir a trabajar en las últimas semanas, por lo que tiene dificultades para sustentar a sus dos hijos.
“Las primeras víctimas de la situación somos los más pobres. Nos arriesgamos a lo peor si la situación no cambia”, masculla el vendedor junto a su puesto de jugos, en la avenida Christophe, no lejos del Palacio Nacional.
Pero lo peor ahora mismo para Bernier, y para la mayoría de los haitianos, es la escasez de agua y la subida de precios que ha causado en el país más pobre de América. “Vivo en Christ-Roi, donde el precio de la botella de agua va de 10 a 25 gourdes (10 a 25 centavos de dólar). Hay una grave crisis del agua. El pequeño galón de agua tratada se vende por 10 gourdes, pero no puedes encontrarlo para usarlo».
El agua, considerada por los haitianos como la vida, también escasea en algunas capitales provinciales, como Les Cayes (suroeste) y Saint Marc, a dos horas en automóvil hacia el noroeste de la capital. “En Saint Marc casi no hay agua tratada para beber.
El galón cuesta 50-60 gourdes (50-60 centavos de dólar). En las panaderías hay que hacer filas para conseguir pan. Las calles están llenas de basura. No ha habido electricidad durante cinco semanas”, dijo Max Raymond Junior, un habitante de esa ciudad.
La crisis del combustible, que comenzó en agosto, fue el detonante de los disturbios sociopolíticos que han paralizado las actividades cotidianas de los ciudadanos y de las instituciones públicas y privadas durante al menos tres semanas.
“Los hospitales y otros servicios de emergencia funcionan con una capacidad limitada debido a la escasez de combustible, la falta de agua potable y otros elementos esenciales”, afirma la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU en su informe de situación publicado este miércoles.
La creciente inseguridad, las escenas de violencia, los bloqueos de carreteras, las repetidas protestas y la escasez de combustible son el meollo de la crisis actual en Haití, donde la población sigue exigiendo la renuncia del presidente Moise, que está en el poder desde 2017.