POR JESÚS DE LA ROSA
LA CRISIS
La educación pública de la República Dominicana confronta grandes calamidades. Algunos de sus índices de calidad revelan un gran desastre: baja tasa de cobertura acompañada de una alta tasa de deserción; bajo porcentaje de estudiantes promovidos y sobrecogedores índices de sobre edad.
El año escolar pasado, el número de estudiantes matriculados alcanzó la cifra de 2 millones, 700 mil, incluyendo los más de 400 mil matriculados en colegios privados; pero, este año, sólo se inscribieron 2 millones, 500 mil (2 millones 76 mil en escuelas públicas y 424 mil en colegios privados) lo que revela un decrecimiento en la población escolar.
Más de 700 mil niños y jóvenes han debido permanecer fuera de las aulas por falta de cupo o por los problemas económicos que los afectan tanto a ellos como a sus padres. Y en las comunidades más empobrecidas del país, se ha ido perdiendo la costumbre de que los padres envíen sus hijos a las escuelas.
La educación inicial (jardín de la infancia) aquí es un producto muy caro por lo que la cobertura en ese nivel apenas cubre el 20 % de la demanda potencial. También, en el nivel medio la cobertura es bajísima. Los liceos secundarios y los politécnicos aquí son fenómenos típicamente urbanos. Y qué decir de la educación superior. Aquí tenemos menos de la tercera parte de los estudiantes universitarios que deberían tener. Apenas un 12% de los jóvenes dominicanos de edades comprendidas entre los 18 y 30 años cursa estudios en una de nuestras 37 instituciones de educación superior.
El 20% de los dominicanos mayores de 15 años no saben ni leer ni escribir. La escolaridad promedia de la República Dominicana apenas alcanza los 4 años de educación básica; hecho éste que se manifiesta en una baja capacidad tecnológica en su población económicamente activa.
¿Qué hacer para evitar el colapso definitivo de nuestro sistema de instrucción pública?
El presidente Leonel Fernández afirmó en días pasado que una de las metas que se propone en el transcurso de éstos cuatro años en materia educativa es que la educación pública pueda tener los mismos niveles de calidad de las mejores escuelas privadas del país; y, en uno de sus discursos de campaña, el entonces candidato a la primera magistratura del Estado prometió que bajo su gestión la Universidad Autónoma de Santo Domingo se iba a convertir en la mejor o en una de las mejores universidades estatales de la América latina.
El presidente Fernández no plantea una imposibilidad sino que, como hombre de Estado, expresa un ideal.
Auque cuatro años parecería poco tiempo para que todas las escuelas públicas sean de la misma calidad que los mejores colegios privados podemos en ese lapso hacer que el sistema de instrucción pública de la República Dominicana funcione mucho mejor, beneficie a más gentes, y arroje mejores resultados.
La educación es considerada hoy como la vía por excelencia para enfrentar los graves y acuciantes problemas de la pobreza y las desigualdades sociales. Esa nueva visión de la educación debería ser entrelazada con una estrategia nacional de competitividad unida a planes de acción contra la pobreza.
Dada la magnitud de la crisis y de la falta de recursos, en vez de intentar en el actual periodo de gobierno constitucional una reforma global de nuestro sistema de instrucción pública podemos dirigir nuestras acciones hacia el logro de objetivos bien específicos: 1) mejorar las condiciones de los servidores docentes; 2)construir las aulas que se necesitan y acondicionar las existentes; 3) profundizar más en las labores de cambios curriculares; y 4) universalizar el empleo de los más avanzados recursos tecnológicos empleados en las labores de enseñanza aprendizaje. También podemos demandar de la asistencia internacional para proyectos específicos.
LOS MAESTROS
Hoy, una buena parte de los más de 57 mil maestros en servicios no poseen las capacidades requeridas para involucrarse en un proceso de reforma de la educación con miras a enfrentar los retos del futuro inmediato. Peor, sus condiciones de vida no les permiten asimilar conocimientos actualizados ni mucho menos estar al día con los últimos adelantos técnicos. Es que el común de nuestros maestros no dispone de dinero para comprar libros ni siquiera para suscribirse a un periódico o a una revista especializada.
Por la carencia de buenos maestros fracasó la reforma de la educación emprendida aquí por Eugenio Marías de Hostos a finales del siglo XIX; se frustraron los intentos de reforma de Ortega Frier (1916); colapsó la reforma impulsada por Pedro Henríquez Ureña (1931); lo mismo sucedió con la emprendida por la Misión Chilena (1940) y con la iniciada por Joaquín Balaguer a principios de los años 50.
Uno de los grandes problemas con que tuvimos que enfrentar los ejecutores del finalizado Plan Decenal de Educación 1993-2003 fue el de la falta de maestros capaces de implementar las nuevas modalidades de enseñanza aprendizaje y de aplicar los nuevos contenidos curriculares.
De un total de 46 mil, 175 maestros que labora en las escuelas públicas, 3777 (8.2%9 son simples bachilleres; 4439 (9.6%) son titulados en escuelas Normales; 20 mil, 784 (45%) son profesores formados en programas de emergencia; y sólo 16 mil, 319 son profesores titulados en de universidades.
En la escuela de pedagogía de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo cursan estudios de educación más de 30 mil jóvenes de edades comprendidas entre 25 y 40 años. Según un estudio realizado por investigadores de la universidad estatal, dado a conocer el día 30 de junio próximo pasado, los niveles de lectura, escritura y matemáticas de esos futuros maestros apenas superan a los alumnos del sexto grado.
Los resultados de un estudio realizado por expertos de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón en la República Dominicana (JICA), dado a conocer el 7 de septiembre próximo pasado, revelaron graves deficiencias en el conocimiento de matemática básica de parte de estudiantes de pedagogía que cursan estudios en escuelas normales.
En relación con el sistema de formación y capacitación docente que tenemos, investigadores consultados opinan que el mismo enfatiza demasiado en los eventos formativos puntuales en detrimento de procesos de formación y capacitación sistémicos. Y que dichas acciones de capacitación carecen de consistencia y de seguridad científica.
Las condiciones de vida del maestro dominicano siguen siendo inferiores a las de cualquier otro trabajador del sector servicio. Su sueldo (3200 pesos por tanta de trabajo) equivale a menos de una tercera parte del costo de la canasta familiar. Los servicios de asistencia médica, vivienda y de jubilación al docente adolecen de tantas fallas que no cabe considerarlos como incentivos. Son pésimas las condiciones de trabajo en muchas de las escuelas públicas. Por lo regular, los docentes no disponen de materiales didácticos en cantidad y calidad suficiente.
Resulta demasiado baja la valoración del maestro en su rol como individuo, como guía del proceso educativo y como dirigente de la comunidad.
El oficio de maestro no debe ser un quehacer de personas fracasadas. Quienes ejercen la noble profesión de capacitar y formar a sus conciudadanos no merecen vivir en un estado de eterna pobreza.
Los reclamos de mejores salarios y de mejoramiento en las condiciones de trabajo de parte de los docentes terminan siempre en aumentos insustanciales y en renovadas promesas de redención.
Con una buena parte de sus dirigentes desacreditados, la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) no exhibe hoy la pujanza de antes.
Sintiéndose desprotegidos, los maestros ocupan una buena parte de su tiempo en sobrevivir a las calamidades.