La crisis de la macroeconomía

La crisis de la macroeconomía

La depresión 1929-33 provocó una crisis en la teoría económica. Los economistas neoclásicos (hoy neoliberales) argumentaban, que si las personas actuaban maximizando el interés personal  y si los mercados eran libres había una tendencia al pleno empleo. Indicaban que el nivel de actividad estaba determinado por la oferta (el ahorro determinaba la inversión) y no había posibilidad de crisis económica. Si había desempleo, era voluntario.

Keynes desmontó este enfoque con su “Teoría General” en 1936. Demostró que la economía puede estar en equilibrio con desempleo, que es la demanda y no la oferta, quien determina el nivel de actividad y el empleo (la inversión determina el ahorro a través del multiplicador) y que los ciclos se determinan por lo que llamó los “animal spirits”, que nada tenían que ver con el supuesto de maximizar el interés personal.

Setenta años después, otra crisis económica vuelve a barrer con la macroeconomía dominante. Desde mediados de los ochenta hasta hoy, se impusieron dos corrientes. Los “Nuevos Clásicos” de Lucas y Sargent, con sede en Chicago, para quienes la oferta determina la actividad económica y el ciclo depende de “shocks” tecnológicos. Parten de un modelo microeconómico de equilibrio general, adoptando la hipótesis de las “expectativas racionales” según la cual los agentes económicos actúan racionalmente (optimizando), tomando decisiones hoy en función de los equilibrios futuros de los mercados, lo cual los lleva a establecerlos micro fundamentos de la macroeconomía.

Los neo-neokeynesianos (Blanchard, Stigliz, Romer, etc.) comparten la necesidad de los microfundamentos y la hipótesis de las expectativas racionales pero favorecen las políticas de demanda (lo keynesiano) debido a las imperfecciones de los mercados, pero restringido a lo monetario.  De estas dos escuelas surgió una síntesis concretada en los modelos de dinámicos, estocásticos de equilibrio general, de Prescot y Kidland. Es el estándar de los manuales de macro, elaborados con una matemática complicada pero conservan mucho de los modelos IS-LM de los años cuarenta.

Estos enfoques asumían que las crisis se habían terminado, que si los agentes eran racionales no había posibilidad de “burbujas especulativa y financieras”, que los mercados se autoregulaban, que el desempleo era “voluntario” y que las variaciones de la demanda se regulan con la política monetaria, abandonando la política fiscal. Bastaba con la libertad de los mercados y con agentes “racionales” que maximicen sus ganancias para garantizar un resultado óptimo y de pleno empleo.

Las políticas derivadas de estos enfoques tienen una elevada cuota de responsabilidad en la crisis actual. La fomentaron, no pudieron predecirla, ni explicarla y mucho menos contenerla. Además de que mostraron ser dogmáticos excluyendo cualquier enfoque macroeconómico que no fuera el de ellos. Para al final sucumbir ante la realidad del resurgimiento de su archienemigo: Keynes encarnado en Obama.

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