Cercano al día en que ciudadanos y ciudadanas con derecho al voto se aprestan a depositar en las urnas su voto para elegir al alcalde o alcaldesa, regidores de su preferencia propuestos en cada demarcación municipal por los principales partidos políticos y sus aliados, viene a mi mente, la respuesta dada por el joven Juan Pablo Duarte, a su retorno a la patria amada a la pregunta de qué era lo que más le había llamado la atención y agradado de su viaje, siendo esta la respuesta: “Los fueros y libertades de Barcelona, que espero demos nosotros un día a nuestra patria.”
Y así lo plasmó en su proyecto de Constitución, destacando la importancia del municipio considerado, en igualdad de condiciones, como el cuarto de los tres poderes fundamentales del Estado, criterio que se fue fortaleciendo a raíz del postgrado en “Arte y Ciencia de la Administración Pública, “cursado en la Universidad de Rio Piedras, Puerto Rico y la cátedra magistral “Gobierno y Administración Municipal”, impartida como materia por el recordado profesor Dr. Efrén Córdoba, que me motivara para presentar mi tesis de Maestría sobre ese tema, que titulé “La crisis municipal. Su influencia en la autonomía. El caso de la República Dominicana” de la cual extraigo algunas consideraciones, partiendo de una definición antológica que define al municipio como “una institución o persona jurídica con patrimonio propio y capacidad para realizar todos los actos jurídicos y administrativos que fueren necesarios o útiles para el cumplimiento de sus fines en la forma y condiciones que la Constitución y las leyes determinen.”
“Lo cierto, señalaba entonces (1962), es que el municipio está atravesando una grave crisis, no solo por el abandono tradicional de parte de gobiernos centralistas, viéndose minimizado y vejado, sino también por los propios munícipes que han ido perdiendo la confianza otrora depositada en esa institución”, destacando algunos factores adversos que han contribuido a esa calamitosa situación, como serían: (a) La centralización estatal (causa patológica) que sustrae y es negada a delegar poderes y funciones propias de los municipios; (b) El auge y desarrollo de la ciudad como símbolo de progreso que provoca el éxodo del campesinado pobre y el abandono de las tareas, hábitos y costumbres propios del campo, siendo el campo origen y sostén de la ciudad. (c) La excesiva multiplicidad de provincias y municipios creados por apetencias políticas carentes, muchos de ellos, de recursos y condiciones indispensables para su desarrollo y sostenimiento, teniendo que ser subvencionado por el Estado, con pérdida de su autonomía autárquica.
Es mucho lo que se espera del gobierno municipal y son muchas las demandas y expectativas que solo pueden ser satisfechas en la medida en que el régimen municipal sea reorientado y revitalice mediante políticas públicas responsables que den inicio a un reordenamiento territorial municipalista partiendo del estudio socioeconómico cultural de la población y la determinación de su origen y naturaleza“que nace como realidad social independiente de la voluntad del Estado o de los individuos.”