La crisis de USA y el socialismo de Cuba (Patrimonio Universal)

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Tiene tanta universalidad  y actualidad la frase del romano Publio Terencio, que podría ser el lema de los ambientalistas, la ONU, la UNESCO, y toda la Globalización: “Nada humano me es ajeno”. Frase difícil de digerir para las transnacionales que han quebrado a Wall Street y dañado la ecología del planeta; también para los políticos que, embebidos en la “conchupancia” del Erario, son incapaces de ver qué tienen ellos en común con sus conciudadanos.

Como difícil ha sido para los ideólogos de la Guerra Fría y la Globalización, ver qué podría haber en el socialismo, que no fuera tan sólo amenazas a sus privados intereses.

No es serio ni  justo pensar que todo lo que había en el pensamiento de Marx y otros autores y políticos europeos, era pura  y despreciable basura. Lo menos que aportaron fue un intento racional de entender la Historia y el comportamiento social y político de los pueblos. Un esquema analítico que, por lo menos, ponía las variables en un contexto que facilitaba la discusión.

Que el materialismo dialéctico no fuese lo mejor como filosofía de vida, es seguro. Que  el modelo socialista no fuese tan beneficioso como el liberal-capitalista, no es necesariamente concluyente. Puesto que las precariedades y las amenazas externas que confrontó la Unión Soviética, eran suficientes para que dicho modelo fracasase. Igualmente Cuba, acosada por embargos y plagada de “tropicalidades”; independientemente de si dicho fracaso se deba  a la corrupción burocrática, a defectos del modelo mismo, o al hecho de ser un injerto socialista en un mundo capitalista.

La humanidad podría lamentar que, debido a intereses económicos y políticos, estos socialismos no puedan ser tratados siquiera como casos experimentales de organización  social y económica, ensayos de otras posibilidades para la humanidad.

Ahora que los Estados Unidos tienen que usar dineros del pueblo para adquirir  empresas quebradas, se prefigura un ensayo poco ortodoxo que bien podría replantear el papel del Estado como regulador y director del proceso político-económico. Tal cual van las cosas, no es descartable que los estrategas de la globalización tengan que revisar los escritos de autores que, en universidades norteamericanas, examinan lo que de científico y útil podría tener el socialismo.

Tampoco sería descabellado que los “ensayos” de socialismo que quedan, sirvan para estudiar y propiciar lo que dicho sistema pudiera enseñarnos. Y, de paso, aquí en nuestro patio, declarar al socialismo cubano “Patrimonio de la Humanidad”. De considerable valor científico, antropológico, arqueológico, y hasta folclórico.

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