Salvador Jorge Blanco asumió la Presidencia de la República en un ensombrecido escenario por el suicidio de su antecesor Antonio Guzmán, el aumento de las tensiones en el oficialista Partido Revolucionario Dominicano (PRD), y una crisis económica que empujaba a recurrir a los ajustes que imponían las duras políticas financieras del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Esos planteamientos están expuestos en el libro “1978-1986. Crónica de una transición fallida”, del periodista e historiador Miguel Guerrero, quien analiza los contextos políticos y económicos que desembocaron en la prácticamente rápida salida del poder del PRD.
“Para el 15 de octubre, a solo dos meses de inaugurarse el nuevo mandato, las denuncias de corrupción en el anterior fueron un detonante que hizo explotar de nuevo las serias rivalidades internas en el Partido Revolucionario Dominicano. Funcionarios influyentes de la administración temían las repercusiones negativas de esa lucha en los programas económicos recién iniciados.
“Varios hechos justificaban esa preocupación. Las autoridades entendían que la gravedad de la crisis económica requería de un fuerte y sostenido respaldo del Congreso a las medidas anunciadas por el jefe de Estado, muchas de las cuales no habían sido consideradas a fondo por las cámaras legislativas”, afirma Guerrero.
Para entonces el panorama era más que preocupante: devaluación del peso, desempleo, aumento del costo de la vida, congelación de los salarios, empobrecimiento de la clase media, y un masivo éxodo de jóvenes profesionales hacia el exterior.
Otro elemento que se añadió a esa crisis socioeconómica, de acuerdo a las reseñas de Guerrero, fue el deterioro del sistema escolar público por falta de recursos, tanto en la educación preuniversitaria como universitaria.
Ante la gravedad de la situación la posición del presidente Jorge Blanco fue plantear con franqueza los desafíos del país, lo cual generó el rechazo de Jacobo Majluta, su rival político, por entender que eso le hacía un enorme daño al PRD en términos electorales.
Rebatiñas políticas. Guerrero relata que las desavenencias políticas en el PRD nunca estuvieron tan acentuadas como en esa época.
“Un hecho, sobre cualquier otro, reflejó la magnitud de los problemas dentro del partido oficialista: la pugna entre dos tendencias distanciadas por profundas rivalidades, en mayor parte originadas en cuestiones personales o de grupos”.
“Debido a la magnitud de la crisis económica, la administración necesitaba el respaldo del Congreso. Las Cámaras Legislativas eran, sin embargo, el escenario en donde esas rivalidades se enfrentaban con dureza”.
En ese contexto Guerrero plantea que la experiencia de los últimos años demostraba que, ningún otro partido, en la historia dominicana, manejó con tanta habilidad el extraño arte de hacer la vida imposible a su propio Gobierno como lo hacía el PRD.
“Nunca el futuro del PRD había estado tan atado a la suerte de un Gobierno como en ese presente. Pero aparentemente de ello solo se percataban quienes, como el secretario general, hacían esfuerzos desesperados por aquietar las pasiones y dilatar la explosión de nuevas rivalidades”, expresa Guerrero.
Hacia un abismo. El autor destaca, con lujo de detalles, los factores internos que terminaron hundiendo la economía dominicana, sin dejar de lado cómo impactaba el modelo proteccionista de Estados Unidos en los países en desarrollo.
“La situación de gravedad hacía inaplazable, a despecho de cuales pudieran ser las reservas a las condiciones planteadas por el FMI, un rápido acuerdo con ese organismo, al que se acudió como un recurso extremo”.
En ese contexto Guerrero plantea que el PRD no ayudó al Gobierno para que la ciudadanía entendiera la necesidad de ese acuerdo.