La crisis es la oportunidad

La crisis es la oportunidad

Resulta sorprendente el recetario dominicano para sus crisis recurrentes. Siempre se congela la  nómina; que es legalizar la nómina ya abultada. Pero nunca se emprende la   reorganización de  un Estado grasoso, con docenas de Secretarías y cuasi-Secretarías de Estado y muchísimas unidades sueltas, todas abarrotadas de empleados que no tienen mucho que hacer porque no están llamados a hacer mucho.

Siempre se recortan los altos salarios; que es legitimar el derecho de los funcionarios a fijarse su propia remuneración. Pero jamás se pone en marcha una política salarial que estimule a los funcionarios que manejan grandes políticas  y recursos públicos y  al policía, a quien se pide arriesgar su vida para salvar vidas y propiedades de otros.

Siempre se ofrece una lista de incentivos para estimular la producción agrícola; que es reconocer la insostenibilidad de la agricultura y la pobreza del campo.

Pero nunca se eliminan las políticas económicas ni se modifica la orientación  del gasto público que desestimulan el desarrollo del área rural.

Siempre se reparten bombillas de bajo consumo,  se “focaliza” el subsidio a los combustibles y se lamenta que las transferencias al sector energético impiden mejorar el gasto público en educación y salud. Que es legitimar “el derecho a no pagar la luz”, la obligación de pagar a “los dueños de de la paz pública” y la insania del gasto público.

Pero aun cuando las transferencias al sector energético constituyen el motor principal del endeudamiento público, de la deformación del gasto y del consumo dispendioso de la energía, las mismas son asuntos que debe resolver el gobierno anterior.

Medio siglo de crecimiento con estabilidad debió alcanzarnos para avanzar de rutina algunos problemas que ahora acosan al país. Empero, los gobiernos han dedicado tanta atención a su permanencia en el poder, al bienestar de los suyos  y a las demandas ilegítimas de poderes fácticos, que han terminado sin la voluntad y los recursos para alinear la estabilidad y el crecimiento con los asuntos vitales de la  nación.

Mas aun, al propagar con vehemencia “lo bien que van las cosas”, mientras problemas viejos y nuevos se amontonan a ojos vista,  al margen de las simpatías partidarias, ya las propuestas gubernamentales para resolver cualquier  asunto son vistas como preludio de agravamiento.

Ahora el país enfrenta una crisis que integra medio ambiente, narcotráfico, energía, inmigración, corrupción, alimentos, y desigualdades crecientes, entre otros elementos.

Ante una situación que va modificando maneras de vivir, de producir y de concebir el mundo, el gobierno puede emplearse a fondo para convencernos que “todo está bajo control” y estimularnos a “vivir la vida loca”; hasta que el golpe avise. O puede convencernos de la gravedad de la situación y desafiarnos,  con sus ejemplos, a enfrentar la crisis  con espíritu solidario, corazón valiente y visión de futuro.

Como oportunidad para cambiar el rumbo, ordenar la casa  y desarrollar las capacidades que permitan construir una sociedad más fuerte y equilibrada. Por suerte, el gobierno siempre sabe más.

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