La crisis genera tensiones que derivan en enfermedades

La crisis genera tensiones que derivan en enfermedades

Las tensiones y angustias cotidianas se exacerban con la crisis económica, estallan en la encarnizada violencia que a cada paso asoma, erupcionan en el hogar y en el ámbito laboral, hacen conflictivas las relaciones interpersonales. O, por el contrario, se sumergen en la siquis y se desplazan al cuerpo abatiendo sus defensas, degenerando en múltiples enfermedades.

Trocadas en depresión o ansiedad, en diversas alteraciones sicológicas y desórdenes conductuales, llegan al consultorio de Abelardo, competente siquiatra que ha constatado el aumento de las enfermedades sicosomáticas, las que se trasladan de la mente al cuerpo.

Uno de los cuadros más dramáticos que trató recientemente fue la aguda depresión en un ejecutivo bancario medio que sufrió un accidente cerebrovascular, precipitado por la intensa presión en el trabajo. Durante largo tiempo estuvo sumido en una laborisidad febril, entre reuniones y almuerzos con clientes, esforzándose en aumentar los incentivos, los ingresos con que enfrentaba su pesada carga familiar, la alta tarifa del colegio de cuatro hijos, para quienes aspira una educación de calidad.

La clase media está llena de aflicción, de intensa angustia, en una lucha tenaz entre los avatares del hogar y el trabajo, las presiones de un medio laboral muy deprimido y competitivo -que a veces se comparte con un postgrado o maestría-, en el que hay que actualizarse, sobreesforzarse, para no ser desplazado.

Las tensiones crecen, pero no los pacientes de Abelardo, quienes acosados por la pérdida de poder adquisitivo y el incremento del precio de las consultas, sobre RD$800, RD$1,000 y más, muchos postergan las visitas a siquiatras y sicólogos, descontinúan el tratamiento o buscan especialistas con más bajas tarifas. Ultimamente las limitan a emergencias, crisis nerviosas, conductas altamente agresivas o depresivas.

–No sólo ha bajado mi consulta, todo el grupo médico está alarmado. Si un muchacho se fracturó un brazo lo llevan a la clínica, pero sólo las emergencias, lo que puede esperar, espera, y a nivel privado hemos visto una disminución de pacientes.

Entre los que van a su consulta y la de otros sicólogos y siquiatras hay personas perturbadas por el estrés, angustiadas por las agresiones económicas, atemorizados por las deudas, la pérdida del empleo o la quiebra de un negocio.

Con la incesante inflación y otras expresiones de la crisis, la sociedad se neurotiza, la gente entra en pánico ante la angustia de no poder pagar la renta, el colegio o una deuda bancaria, se aterran, se alarman, una reacción que, a los ojos clínicos de esos profesionales, es la respuesta del ser humano ante el temor a la sobrevivencia.

Las lacerantes preocupaciones se acrecientan ante la ola de violencia que consterna a la sociedad. Espanta la escalada de asesinatos e «intercambios de disparos», atracos, robos, múltiples formas delictivas aumentan los temores, el sentimiento de inseguridad.

Es cada vez mayor el escapismo, la narcotización de la desesperanza, incrementando el alcoholismo y la drogadicción, que en barriadas populares sigue tomando espacio como medio de vida.

[b]FACTORES ESTRESANTES[/b]

Múltiples factores estresantes físicos y síquicos, aislados o combinados, evidentes o solapados, conducen a muchas personas a la consulta siquiátrica, afectadas por las continuas agresiones en la cotidianidad.

A las tensiones y frustraciones personales se suman las derivadas de la aceleración del ritmo de vida y del entorno, la irritabilidad por los apagones, el ruido enloquecedor y contaminación de las plantas de emergencia, las abusivas facturas de electricidad, el coraje al pagar un servicio que no reciben.

Agobian las continuas alzas de precios de los combustibles y otros bienes, la falta de calidad de los productos e inmensa desprotección del consumidor, la carencia de prevención y seguridad social, el autoritarismo y los abusos de poder, la náusea provocada por la creciente corrupción y el desmedido enriquecimiento de políticos.

Los estresores son innumerables, entre todos, los conyugales y laborales lesionan sensiblemente y crean una nociva cadena. Disputas en el hogar trascienden al centro de trabajo y viceversa, un conflicto con la esposa, y el hombre va malhumorado al trabajo, no se concentra, baja su rendimiento.

Sus eslabones pueden conducir a trágicas situaciones. Pequeñas desavenencias mal asimiladas, indebidamente canalizadas, tronchan vidas, terminan en divorcio, en cárcel o muerte. Más de cien mujeres han sido asesinadas este año en una exacerbación de la violencia intrafamiliar, una y otra vez las tragedias estremecen a la sociedad, hombres que matan a la mujer y los hijos y luego se suicidan. El germen pasional que dispara el gatillo suele ser el detonante de un cóctel de frustraciones, vejaciones y tensiones económicas.

Difícil explicar la angustia que genera la infructuosa búsqueda de empleo, carecer de dinero para la alimentación de los hijos, una cirugía o medicamentos de los que pende la vida. Inmensa es la desesperación de un padre o una madre con un salario de RD$3 mil o RD$5 mil que no alcanza para pagar el colmado y recuperar el crédito.

Crece el mal humor, la intolerancia, la violencia. De todo esto deviene la sintomatología, la somatización de tensiones y angustias traducidas en enfermedades a las que, al buscarse la etiología, usualmente no se ponderan los factores económicos.

En busca de ayuda acude al consultorio de Abelardo gente dominada por la frustración al abortar sus legítimas aspiraciones de mejorar social y económicamente, que contra viento y marea se aferra a un costoso estilo de vida, jóvenes con personalidades mal estructuradas, inmaduras, parejas en las que con la crisis afloran los conflictos latentes.

La inflación sobrecarga a la pareja, la conmina al agobiante pluriempleo que arrebata el tiempo de los hijos y trastorna la dinámica familiar. Con la presión de dos o tres trabajos, el hombre y la mujer llegan a la casa extenuados, irascibles, no interactúan con el cónyuge o los niños. Se quiebra la armonía del hogar, la pareja discute, se agrede verbal y hasta físicamente, los hijos adoptan similares patrones de conducta, todos alcanzan altos niveles de agresividad.

[b]DESENCADENA ENFERMEDADES[/b]

Una sobrecarga de estrés sostenido, crónico, afecta el sistema inmunológico, disminuye las defensas para combatir enfermedades. La acumulación de tensiones y angustias agrede el organismo, alteran la fisiología humana, produce colitis, dermatitis y otros trastornos de la piel; insomnio, afecciones en los sistemas respiratorio, endocrino, gastrointestinal y circulatorio. Son causa de un incremento, como ha ocurrido en el país, de la hipertensión arterial, afección que puede tener entre sus factores desencadenantes una sobrecarga de estrés.

En segmentos poblacionales bajos la gente es más extrovertida, en el barrio, en las reuniones de patio, en el dominó o en el autobús se desahogan, a viva voz protestan y maldicen al gobierno y a los dueños de colmados, gritan, discuten, hacen una catarsis. Evaden su realidad involucrándose en actividades políticas y protestas sociales, como las escenificadas en los barrios de la capital y provincias contra el alto costo de la vida, que ya han cobrado varias vidas. La crisis induce a algunos a una mayor religiosidad, otros buscan un escapismo en el alcoholismo y la drogadicción, con lo que aumenta la violencia interpersonal y doméstica, la agresión física a mujeres e hijos.

Los de clase media y alta, más recatados, también apelan al alcohol y las drogas, aunque tratan de guardar la compostura, aparentar, esconder los fracasos, y es más probable la ocurrencia de suicidios. No obstante, el tema de la crisis domina sus conversaciones con parientes y amigos, convirtiendo sus encuentros en una especie de terapia de grupo.

Hay individuos muy introvertidos que no saben lidiar con frustraciones y grandes dificultades, internalizan los problemas, que agreden el organismo y les provocan enfermedades. Son más proclives a la somatización.

[b]CAMBIOS FISIOLÓGICOS[/b]

Las continuas agresiones físicas o síquicas, acentuadas con la crisis económica, las intensas presiones financieras y otras preocupaciones, provocan modificaciones químicas, físicas y hormonales que se traducen en trastornos vasomotores, aceleración de los latidos del corazón, espasmos, sudoración y temblores.

Científicamente se ha demostrado que un estrés prolongado ocasiona una falla en nuestros mecanismos de defensa, nos hace más susceptibles a una gripe, al herpes, a trastornos diversos. El sistema inmunológico no combate igual a los gérmenes invasores, que se reproducen masivamente causando infecciones.

Las tensiones se somatizan, pasan de la siquis al cuerpo, se convierten en alergias, úlceras, estreñimiento, dolores de cabeza, nuca y espalda, patologías coronarias, cirrosis hepática, en múltiples enfermedades.

La somatización es la expresión física de una alteración sicológica que, al generar desconcierto en las órdenes transmitidas a la circulación sanguínea, provoca un déficit de irrigación, causa molestias corporales surgidas de necesidades o conflictos no resueltos.

La experiencia clínica de Abelardo confirma que no todos los pacientes somatizan los conflictos de igual modo. En cada uno hay una predisposición determinada por la herencia, las características biológicas, factores tóxicos, dietéticos y otros, responsables de que estímulos similares se elaboren de forma distinta. En individuos con los mismos trastornos emocionales, uno puede sufrir alergia y otro gastritis.

En diferentes casos ha observado cómo un problema síquico evoluciona. Hay personas en quienes la tensión produce una hipersecreción gástrica que se transforma en gastritis, la cual puede ulcerar la mucosa del estómago y generar una úlcera que hasta podría volverse maligna. Por eso, en medio de las turbulencias de la crisis, recomienda sosiego, el dominio de sí, aprender a manejar las frustraciones.

[b]SÍNDROMES SICOSOMÁTICOS[/b]

Las funciones gastrointestinales son el foco más común de síndromes sicosomáticos, con síntomas diversos: náusea, vómitos, indigestión, flatulencia y eruptos, obesidad, anorexia, que a menudo derivan de preocupaciones, malos negocios, disputas familiares y otras experiencias inquietantes.

El estrés emocional se vincula, por igual, a la aparición o exacerbación de una colitis ulcerosa, y con suma frecuencia los ataques comienzan semanas después de una amenaza repentina e imprevista a la seguridad, más común en tiempos de crisis.

El cambio emocional provocado por el estrés tiende a desarrollar la enfermedad arterial coronaria, angina de pecho e infarto del miocardio.

En afecciones asmáticas que perturban con un ahogo asfixiante, recurrente, que no remite ante tratamientos de neumólogos y alergistas, se ha detectado su origen en perturbaciones síquicas, en estrés, angustias, insatisfacciones.

Publicaciones Relacionadas