La crisis que nos arropa

La crisis que nos arropa

Acabamos de llegar de Europa (Reino Unido, Francia y España) donde el tema obligado es la grave crisis económica que atraviesa el viejo continente, donde el fenómeno ocurrido en los Estados Unidos sobre la manipulación del negocio inmobiliario pareció calcado, o mejor dicho en algunos casos hasta superado en hacer aparecer activos en personas que apenas ganaban un salario para su propia supervivencia y, sin embargo, para los fines de un préstamo con la banca se le infló considerablemente sus haberes al extremo de ser considerado como un gran potentado. Este tejemaneje de los funcionarios intermedios de los bancos ha sido el principal motivo para que muchos “grandes” bancos se encuentren o hayan sido declarados en quiebra.

Al gigante de los seguros, American Insurance Company, el gobierno estadounidense tuvo que inyectarle varios millardos de dólares para impedir que se desplomase una de las instituciones de más prestigio en el pasado para los habitantes de los Estados Unidos de América. No citaremos por nombres los bancos que han colapsado por no llevar una mayor inquietud a miles de dominicanos que confiaron sus ahorros o el producto de sus ganancias en operaciones de lícito comercio, en bancos norteamericanos. Un producto que había casi desaparecido del mercado, el lomotil, es hoy el que detiene la válvula de escape de muchos empresarios que no asimilan que el país más poderoso de la tierra se encuentre al borde de la quiebra, o mejor dicho, a merced de la banca de Japón, China o de la India.

Las guerras que ha librado y libra actualmente los Estados Unidos de América, han contribuído en gran parte al  colapso de su gigante economía. Si bien es cierto que la Segunda Guerra Mundial le produjo pingües beneficios y un gran prestigio al gigante del Norte, no es menos cierto que a partir de la Guerra de Corea en los años cincuenta, Vietnam en los setenta, y en los dos mil la del Golfo Pérsico, Afganistán e Irak, otorgan un panorama en los que hay que englobar buques de gran calado, misiles, aeronaves sofisticadas y un escudo de defensa tan sofisticado que, según se dice, pueden detectar el zumbido de una mosca en la noche.

Lo que se nos ha venido encima es tan grande, que según la revista The Economist podría superar con creces la Gran Depresión del año 1929, en donde la moneda en efectivo se convirtió de la noche a la mañana en “sal y agua”. Algunos gobiernos, dentro de los cuales podemos incluir el de España y el nuestro, todavía afirman que la economía marcha bien y que no hay que entrar en pánico. Sin embargo, por lo bajo las masas populares conjeturan lo contrario presagiando una recesión muy cercana al colapso y que el mote que nos endilgaron hace unos años de “país fallido” está muy próximo a la verdad. Si no tomamos urgentemente medidas de restricción del gasto público, de austeridad y reducir el personal nombrado innecesariamente, el cual sin desempeñar una labor fructífera cobra un salario inmerecido de parte del Estado, estamos abocados a permanecer por mucho tiempo en esta vorágine que nos podría llevar a colapsar como país. Para aquellos que se sintieron respaldados por la presencia del Secretario de Comercio de los EE. UU., señor Carlos Gutiérrez, debemos recordarles que ha sido su Partido Republicano el que nos condujo a esta grave crisis, y también que a él solo le quedan unos cincuenta días en el  cargo.

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