La crítica negativa de la religión

La crítica negativa de la religión

MANUEL DE LEÓN
En la cultura anglosajona destacan varios autores como Ian G.Barbour, premio Templeton (dotado con más de un millón de dólares) en 1999; Arthur Peacocke, premio Templeton en 2001 y John Polkinghorne, premio Templeton en 2002, que se han dedicado a potenciar el diálogo entre ciencia y religión. Algunos ya les han dedicado artículos insidiosos, como este: “¿Cómo hacerse millonario hablando de religión?” por lo del premio de mas de un millón de dólares. Sin embargo el enfoque crítico positivo hacia el diálogo ciencia-religión representa un gran paso de entendimiento, guía y camino para investigaciones venideras.

 

Entre los que manifiestan una crítica negativa y la no admisión de la existencia de un Dios creador, estaría Stephen Hawking que cree demostrar la no existencia. Sin embargo buena parte de la comunidad científica manifiesta que la hipótesis de Hawking aplicada a la creación, concluiría que el origen del universo estaría dentro del propio universo, lo cual sería falso pues nada puede darse a sí mismo el Ser”. En línea con lo señalado por Javier Igea, astrofísico español, están quienes consideran que Hawking “no explica la propia existencia del universo, sino su evolución”. Igea considera que “otra posibilidad sería que el origen del universo fuese “la nada”, pero la nada no fluctúa, luego no podría ser origen de nada, tampoco del Cosmos”.

La ciencia, y la religión también, han construido modelos y teorías del universo que reconstruyen desde la hipótesis y matización la naturaleza actual del Cosmos, explicando su origen y su posible futuro. Ambos modelos, si van de la mano, pueden abrir campos de diálogo y una progresión teológica desde la ciencia. Pero a veces aparecen los fundamentalismos bíblicos radicales y las militancias antiteistas que presentan un universo sin Dios que suponen ir mas allá de los limites de la ciencia. Como dice Babour la explicación del nacimiento del universo a partir de oscilaciones cuánticas en el vacío físico podría relacionarse con la existencia de múltiples universos; nosotros nos encontraríamos en aquel que por azar ha producido las condiciones para la vida. Estos infinitos “universos burbuja” representarían hoy un esquema físico conceptual apto para pensar un universo sin Dios que estaría en conflicto con los modelos religiosos que afirman la realidad y existencia de Dios.

En la introducción que Carl Sagan hace en “Breve historia del tiempo” de Hawkins cree que el autor trata de Dios y el libro es un tratado de teología aunque sea de la ausencia de Dios. Una teología de la ciencia en la que Hawkins se preocupa por la famosa cuestión de Einstein sobre si Dios tuvo elección alguna al crear el universo, en un intento de comprender la mente de Dios. La solución de este esfuerzo resulta inesperada: un Universo que no tiene límite alguno en el espacio, que no tiene principio ni fin en el tiempo y que deja al Creador sin nada que hacer.

En la conferencia que tituló Hawkins “¿Juega Dios a los dados?” se refiere a que el universo no se comporta de acuerdo a nuestras ideas preconcebidas y continúa sorprendiendo. Terminaba diciendo Hawkins: “el futuro del universo no está del todo determinado por las leyes de la ciencia, ni su presente, en contra de lo que creía Laplace. Dios todavía se guarda algunos ases en su manga.”

Dios pues aparece en cada rincón de la ciencia aunque sea en autores que desde la razón y la ciencia pretendan negarlo. Los que han pretendido despreciar lo religioso y la espiritualidad hasta la eliminación ven que resulta imposible. Los que piensan que es mas sencillo limitarse en confiar en la ciencia se darán cuanta que el hecho religioso se resiste a desaparecer. El mismo científico no se mueve por criterios racionalistas, ni racionales, sino por un conjunto de convicciones aceptadas por la comunidad científica que es la que dicta el canon, las reglas, la forma de conducta y en muchos casos por donde se han de orientar las conclusiones. Es lo que llamó Kuhn el “paradigma”. Barbour considera que este concepto de “paradigma” ha provocado una verdadera perturbación en el mundo científico, porque es una forma de afirmar que el conocimiento científico nace sesgado y condicionado por muchos prejuicios. Por esta causa, para poner un poco de paz entre ciencia y religión, Babour propone una religión conciliada con el paradigma científico, porque no sólo es la ciencia la que se ve conducida, sino que el paradigma es mero fruto del universo mental que todo ser humano recibe como poso cultural y como por osmosis.

El que la ciencia no haya avanzado más, no es porque no pueda razonar y cambiar de convicciones, sino por la dinámica del “paradigma” que hace que también haya retroceso. Por lo que podemos concluir que más que crítica negativa se debe provocar un encuentro entre ciencia y fe.

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