La cruda realidad

La cruda realidad

El gas licuado de petróleo (GLP) ha sido colocado en el casillero de los carburantes cuyos precios al consumidor fluctúan en función de los altibajos internacionales del petróleo. Cabe, sin embargo, la salvedad de que este carburante tiene dos precios, uno atenuado por medio de un subsidio de RD$17.35 destinado a hogares y transportistas y otro no subsidiado, para uso industrial y comercial.

Aunque el Fondo Monetario Internacional (FMI) es partidario de la eliminación del subsidio el Gobierno, por medio de una decisión atinada, decidió modificar los términos, fijándolo en RD$17.35, en vez del compromiso anterior que dejaba estático en RD$25 el precio del galón, lo que hacía fluctuar el monto del subsidio conforme las variaciones de los precios petroleros.

II

Las circunstancias que motivan estos cambios deben llevarnos a reflexionar sobre dos aspectos críticos del mercado de combustibles, sobre todo los aspectos fiscal y de consumo.

Las alzas en los precios del petróleo, mineral que no producimos sino que importamos, deben llevarnos a reflexionar sobre los dispendioso patrones de consumo que hemos mantenido. Necesariamente tenemos que pensar en petróleo cada vez que hacemos uso del alumbrado y efectos eléctricos o los equipos que consumen GLP, como estufas y calentadores, o los que funcionan con motores de combustión interna, sobre todo los de alto consumo.

A pesar de argumentos en contra, el Estado le saca buen partido a la conducta dispendiosa de la gente en el uso de combustibles y energía, pues los impuestos de los derivados del petróleo, entre los que hay que contar el excesivo «diferencial», aportan de manera directa una proporción considerable de las finanzas públicas, y de modo indirecto sumas considerables por la influencia de los precios de los hidrocarburos en los costos de bienes y servicios que pagan impuestos. El subsidio al GLP, por tanto, continúa siendo reinversión de utilidades.

El consumidor o usuario, necesariamente tiene que actuar desde otra perspectiva y pensar en los efectos que surten en la economía familiar y empresarial el consumo desmesurado de combustibles cada vez más caros.

III

Aunque hay que acogerse a la realidad del momento y entender que no es dable sustraerse a las veleidades del mundo petrolero, ni a los apetitos fiscales del Estado, alguna vez habrá que modificar los patrones que rigen nuestro mercado de hidrocarburos.

Alguna vez habrá que pensar si la política de hidrocarburos del Gobierno, incluyendo el aspecto fiscal, continúa siendo un modelo idóneo o debe ser reemplazada por otro modelo, incluyendo la posibilidad de dejar flotar los precios de los hidrocarburos y evaluar si la presión fiscal sobre los mismos apuntala el progreso o sirve de retranca para el mismo.

Al margen de los cambios en los precios petroleros, los combustibles y la energía eléctrica son en nuestro país bienes muy costosos. Los gobiernos se han acomodado a ello y los consumidores, aunque pagan las consecuencias, parecen resignados a soportarlo.

Ahora, con el precio del GLP montado en el carro de las fluctuaciones, parece llegado el momento de reflexionar sobre malos hábitos de consumo e inadecuado modelo fiscal. Esa es la cruda realidad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas