La cuarta vía

La cuarta vía

MARTHA PÉREZ
Cuando conocí, a rasgos generales, la idea del licenciado Hatuey De Camps de integrar una cuarta fuerza política, con la supuesta motivación de crear una alternativa electoral al margen de los partidos tradicionales, bajo la denominación de «Cuarta Vía», pensé que pudiera tratarse de una propuesta realmente interesante para dar respuesta, a mediano y largo plazo, a la crisis de partidos que vive la democracia dominicana.

Sin embargo, conocidas las particularidades, sobre todo, que sus principales integrantes serían quienes no pudieron lograr sus aspiraciones electorales en los procesos internos de sus respectivos partidos, me di cuenta de que el planteamiento carecía de la esencia necesaria en su justo contexto, amén de las reales motivaciones del señor Decamp para constituirse en una opción electoral capaz de aglutinar y consolidar, tanto el liderazgo político que la vanguardice como la base popular que la sustente.

Las organizaciones y/o líderes políticos que comenzarían a sortearse para la Cuarta Vía, en su mayoría son resultado de divisiones de otras organizaciones y personas no favorecidas por el voto interno de sus partidos en los recientes procesos de escogencia de candidatos presidenciales. Y me atrevo a excluir al licenciado Danilo Medina, que puedo asegurar no es figura de «arroz con mango». Esa sola característica, por sí, le otorga a esta iniciativa una significativa ausencia de posibilidades para consolidarse como tal.

Muy poca opinión favorable se ha manifestado por esta propuesta, primero, porque el planteamiento comenzó sin establecer su alcance por tanto resulta limitativo; las posibles cabezas o la candidatura presidencial sería difícil de personalizar porque todos los que aspiraban aspiran, tienen objetivos diferentes en sus aspiraciones; y porque se estaría procurando su conformación de manera mecánica. El asunto pasa a tener un fondo, indefinido por cierto, y una forma de apariencia compleja.

Hay que reconocer que la idea «sonó» interesante y pudiera ser una realidad si se estuviera pensando seriamente en una unidad amplia, diversa y plural, como las procuradas por el PLD en el 1994, 2000 y 2004, a través de la cual se crearía una fuerza del pueblo en capacidad de aglutinar a las masas populares en torno a un proyecto de nación y de conducir un proceso de cambio integral que permitiera dar un giro significativo a los estilos y formas de hacer la política de la política dominicana. Salvo las honrosas excepciones y opciones a las que nos hemos referido en su momento.

Los tres partidos tradicionales han escogido a sus respectivos candidatos presidenciales; fuerzas de izquierda hacen esfuerzos de acercamiento entre sí y /o con otras fuerzas políticas, en procura de consolidar una unidad de izquierda o algo más amplio que permita preparar una opción electoral para el 2008. Otras fuerzas, nuevas y/o en desarrollo, se procuran espacios electorales entre aquellos, sobre todo, para insertarse y mantenerse en el espectro político u obtener y retener su fisonomía legal. Todo lo cual está sucediendo en un ambiente de grandes expectativas, dadas las características que tendrá el venidero proceso electoral; características asignadas por los propios procesos internos de los partidos y sus secuelas, entre los cuales, podemos decir que el PLD es el que ha resultado mejor parado, hasta el momento.

La situación, vista desde afuera, en su contexto general, da la apariencia de que en este aspecto el país está perdido, de que no hay muchas posibilidades para los tres principales partidos, de que las fuerzas alternativas están en su momento, de que caras «nuevas» para aspirar a la candidatura presidencial serían potables, en fín, se considera la situación como la gran oportunidad para revertirla a sí misma. Pero, fíjense en una cosa: El interés particular, las aspiraciones legítimas, aunque desmedidas, de algunos, la ambición y sed de poder de otros, la práctica populista y clientelista, también oportunista, la búsqueda de inmunidad, entre otras, son los conductos hacia tal situación. De lo que se deduce que los propios actores propiciadores son los interesados en revertirla. Es que sus intereses se ven afectados, y muchos de ellos sin salidas posibles en el corto plazo, entonces cortejan a fuerzas consideradas alternativas, que sí pueden capitalizar el momento. Y son las más calificadas porque constituyen parte de esa reserva moral de la que va quedando muy poco.

Hay que entender que el país no necesita de una sábana de retazos, donde se junten «mansos y cimarrones»; depredadores de ayer y preocupados de hoy con radicales de ayer y opciones de hoy, o viceversa. Los radicales-opciones están entre las fuerzas de izquierda, calificadas como tal por los depredadores preocupados, y éstos han sido los calificados, entonces, por la izquierda. Aunque muchos de ellos se juntan y eso es parte de la democracia. Y como tal, se respeta.

La democracia dominicana, que permite precisamente lo que políticamente estamos viviendo se fortalece con un serio ejercicio de la política y de los políticos, no con el ejercicio clientelar y oportunista de cada vez más políticos, sobre todo de nuevo cuño que se empeñan en crear cada vez más partidos. Las organizaciones y/o líderes políticos que están conformando la Unidad del Pueblo o la Cuarta Vía los une la real motivación y preocupación de unos, el interés electoral de otros, con objetivos disímiles, lo que los separa en vez de unirlos. Si lo que se procura es una unidad, como alternativa, ¡cuidado con eso! Una opción electoral, en el contexto de las debilidades que hoy matizan nuestras democracias latinoamericanas y caribeñas, ante la mira de pretensiones hegemónicas, ha de concebirse en el marco de un bien definido marco conceptual y línea de acción que despierte el interés de las masas populares, de la sociedad, les merezca confianza y les garantice esperanza. La afinidad es subjetiva, un hecho puede parecerse a otro siendo totalmente diferente. Una Cuarta Vía, suma de intenciones consecuencias de los precitados procesos internos, como se está pretendiendo pudiera parecerse a una nueva opción electoral y resultar todo lo contrario. De esta forma, la Cuarta Vía podría resultar en un fracaso más para nuestro sistema de partidos, para la unidad del pueblo dominicano y un riesgo para el posicionamiento de fuerzas políticas que han sabido mantener, contra vientos y mareas, un espacio en el espectro político dominicano.

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