La cuestión sobre ‘arte’ y por qué el cine es llamado séptimo

La cuestión sobre ‘arte’ y por qué el cine es llamado séptimo

Por Bienvenida Polanco-Díaz

De principio, reafirmar que el cine es “Séptimo arte” implica ratificar la relevancia que desde tiempos inmemoriales se adjudica al número siete unida al cumplimiento de etapas específicas y al simbolismo de “Acabado”, “Fin”, “Perfección”.

Es lugar común identificarnos con tal acepción. No es tan usual, empero, la referencia asertiva respecto de las seis restantes, un conjunto de encauces elementales por donde transita la capacidad creativa inherente al ser humano.

Se trata además de la noción de un diseño divino, mismo que Platón presentó al mundo con una maravillosa reflexión sobre las enseñanzas de su maestro Sócrates y que ha pasado a la Historia bajo el nombre de ‘Idealismo’. El idealismo de Sócrates, desarrollado y documentado por su discípulo -a su vez instructor de Aristóteles-, constituye la plataforma filosófica sobre la que se ha forjado todo el pensamiento occidental.

Frente al Idealismo, la ‘Naturaleza’ es la mezcla, perfectible, de aciertos y alteraciones del diseño ideal cuya existencia nos señalara el clásico de la antigua Grecia. La declaración de un patrón humano perfecto, intuido y misterioso, que persiste por encima de la realidad y por encima de la naturaleza individual fue en su momento, y en medio de aquella sociedad pagana, una verdadera revolución y a futuro el fundamento cultural del Cristianismo. La proclama en parte llevó a Sócrates al martirio; legó, sin embargo, su mensaje a la posteridad y particularmente plasmado en ‘El mito de la caverna’ que incluyó Platón en ‘La República’.

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Desde los seis canales elementales por donde transita nuestra imaginación creativa se derivan otras vías, y así infinitamente.

A partir del “arte básica” Escultura, por ejemplo, damos forma a materiales tangibles –con la madera una silla; con el barro un jarrón; con el hierro o el aluminio, un martillo, un teléfono, un vehículo…- . Desde la ‘Escultura’ se abre paso para utilidad y gozo nuestro la arquitectura una vez agregados volumen y longitud en proporción: creatividad escultórica, materiales elegidos, más tamaño –Shuhei Endo, 2001- tres elementos que unidos hacen posible la aparición de los edificios, no importa cuán altos o anchos éstos sean.

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Los seis cauces o ‘artes elementales’ exhiben cada una esencia señera e irrepetible, interactuante pero insustituible, y han contado con sus correspondientes teóricos-preceptistas en el intento por explicar los atributos distintivos que les conciernen.

Presentadas en binomios de relación son ellas la Música y la Danza; Pintura y Escultura; Teatro y Literatura. De la Literatura dirá Carlos Fuentes: ‘’Nos salva del exilio natural o de la fatalidad histórica. Nos permite reflejar realidad (naturaleza, historia) pero la creamos, añadimos una realidad que la realidad antes no tenía.’’ El originario carácter exclusivamente oral de este encauce de nuestra capacidad creativa a través del verbo, o ‘’arte de la palabra’’, (o simplemente ‘Poesía’) concluyó con la Escritura, en Sumeria, hace apenas seis mil años.

El Teatro ha contado con importantes definiciones aproximadas vertidas en textos afanosamente conservados y consultados: desde la “Poética’’ (344 a. C) de Aristóteles, a ‘’L’essence du théatre’’ (1943) de Henry Gouhier. Lo cierto es que con la dramaturgia hemos consumado risas y lágrimas a través de la Historia. Y seguirá siendo así: el histrionismo -citado por Livio, del término etrusco ‘ister’ que generó el sustantivo ‘hister,-tri’ (actor profesional)- es una capacidad tan esencial a nuestro cuerpo que basta una mueca unida a un simple sonido –‘’gutus uris’’- para que se manifieste con toda la esplendidez propia del gran espectáculo.

El ‘Arte’ : verdad, bien, belleza

«La belleza es el esplendor de la verdad», afirmó Platón en El Banquete: «Afortunado aquél a quien le es dado contemplar la ciencia de lo bello» y prosigue en las palabras que pone en boca de Diotime, la extranjera de Mantinea: «Si alguna cosa da valor a esta vida, es la contemplación de la belleza absoluta» –‘Diálogos: Fedón o la inmortalidad del alma. El banquete o del amor. Gorgias o de la retórica’. Espasa Calpe, Madrid 1982-. Era el ideal griego contenido en la expresión “kalos kai agathos«, “lo bello y el bien”, entendiendo por «bien» también «la verdad»; “la libertad» y «la justicia» en una correspondencia etimológica.

Primero fue el diseño divino de lo humano, luego su señalamiento y descripción bajo ‘Lo Ideal’ revelado a Sócrates. Posteriormente el cúmulo de reflexiones en torno a los productos de la creatividad relacionados con la idea de belleza forjó la ‘Estética’.

El hecho de que históricamente se concede primacía e incluso exclusividad al tópico belleza frente a los otros elementos impide el entendimiento pleno del verdadero concepto “Arte”.

Los teóricos ilustrados nos hicieron notar, con fuerza y persistencia, la utilidad necesaria de la educación de los pueblos y el mundo vio surgir una inacabable biblioteca de tratados de Pintura o de poesía, reglas para ‘’hacer arte’’ o para juzgarlo con cierta ‘ciencia’. El texto central fue la “Art Poétique”, 1674, de Boileau Despréaux..

En el siguiente período, durante sus ‘Lecturas sobre Estética’ de 1818 a 1829, Georg Friedrich Hegel proclamó al mundo su idea del arte como vehículo de autoconocimiento y de conciencia individual. Su mirada sobre la antigüedad grecorromana le hizo ver, y así lo difundió en sus escritos, que el arte clásico es una forma de creación que logra la más perfecta unidad entre la forma y el contenido. Hegel fijó la validez del principio de la armonía como legado universal.

Durante la primera mitad del siglo XX un gran número de personas creadores por oficio considerados productores de arte se dedicó frenéticamente a combatir, negar, y aún a intentar destruir las implicaciones de esa ley… Es un fenómeno sedicioso y vigente.

De la autoconsciencia al ‘Arte Total’

El ejercicio de nuestra creatividad imaginativa no es ‘Arte’ si no deviene en aquel resplandor advertido por Platón: el arte ha de ser luz; lo mismo para el creador como para el “otro”, el espectador. En la producción del “Arte” intervendría de manera definitiva la voluntad, como una energía dirigida a la iluminación.

PETER BROOK
Peter Brook

Y para movernos hacia una reflexión individual sobre el tema de la voluntad aparece Schopenhauer -1788,1860- ‘’El mundo es mi representación’’ escribió al inicio de su más importante obra ‘El mundo como voluntad y representación’. A pesar de su estilo eminentemente pesimista, ateo y crítico, nos mostró el provecho de la armonía y la belleza, presentes en el verdadero “Arte”, y a éste como vía segura de gozo; muy especialmente proclamó la poderosa facultad de cada individuo para lograr el dominio de la propia voluntad.

Ese énfasis en el poder humano sobre la voluntad ejerció gran ascendencia en Nietzsche para la forja del ‘’Superhombre’’ idea que el brillante pensador germano transmitió constituyendo desde entonces todo un reto tentador para el género humano. Entendida y utilizada a menudo de forma equívocamente negativa, marca una autosuficiencia necia y excluyente cuya influencia avasalladora ha causado mucho daño al mundo, y desviaciones de todo tipo.

Friedrich Nietzsche –a quien Paul Ricoeur llamó junto a Marx y Freud tres ‘’Filósofos de la sospecha’’- fue gran amigo de Richard Wagner. Wagner (1813,1883-) fungió como precursor del ‘Espectáculo Total’ a mediados del siglo XIX; desde su Alemania natal reflexionó y proclamó al mundo la idea de la unión de todas las artes y produjo grandiosas representaciones uniendo en ellas música, iluminación, y fastuosos decorados: ‘Tristán e Isolda’, ‘La valquiria’, “Sigfrido’,’El ocaso de los dioses’, ‘Parfisal’… Lo expuso todo en su ensayo de 1849: ‘La obra de arte del futuro’.

Finalmente, en la última década de la centuria decimonónica los hermanos Lumiere presentaron en París -1895- el inicio de lo que sería la verdadera síntesis de las seis “artes elementales”: el Cine. Su Poética la escribiría un representante de la tradicional casta de estetas italianos: Ricciotto Canudo.

Fue Canudo quien nombró al cine “Séptimo arte’’. Siguiendo a Hegel asumió su taxonomía de los encauces: Arquitectura, Escultura, Pintura, Música y Poesía y publicó en ‘L’usine aux images’,1921, la contundente afirmación: ‘’Finalmente el círculo en movimiento de la Estética se cierra hoy triunfalmente en esta fusión total de las artes que se llama Cinematógrafo’’.

‘’No toda creación es….’’ Desde la Filología

Desde la Filología el término “Arte” –masculino singular en castellano- corresponde a un patrón ideal, pero alcanzable. El género femenino de alma y hacha por ejemplo se evidencia en frases como «el alma buena» o «el arma blanca». No así se dice ‘el arte buena’ sino ‘el arte bueno’. ‘El Arte’ lleva artículo masculino (el) simplemente porque es un sustantivo de género masculino, no por razones de eufonía. Cuando se emplea en plural (artes) su género cambia de masculino a femenino. Así se dice, sea por caso, «las bellas artes».

La abstracción del sustantivo –de substancia, esencialidad- del Arte es por demás evidente. No existe de por sí sino que el individuo humano, responsable y consciente de su voluntad, lo habrá de hacer realidad. No es el producto en sí mismo, perfectible; tampoco la simple facultad de co-crear dando rienda suelta a la imaginación. Es una conjunción y supone el querer producir belleza, bien, y verdad. Su presencia se verifica en la armonía interna que emanando del objeto se instala en el interior del autor y del espectador y los eleva a ambos en su carga de Humanidad.

Alejadas de la gratitud, las fuentes nominadas “artes” -femenino plural en castellano-, constituyen para algunos, paradójicamente, limitación, desasosiego y en demasiadas ocasiones, yerma rebeldía.

En conclusión, sin importar el rol ante las manifestaciones de la creatividad –como simple espectador, crítico, o hacedor- constituyen los seis “encauces naturales” de nuestra capacidad creativa, o seis “artes elementales’’ o “artes básicas” un patrimonio inherente que nos compete como parte de un natural y maravilloso Diseño Humano.

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