La cueva de las maravillas

La cueva de las maravillas

Tuve el placer de visitar “La cueva de las maravillas” en la carretera San Pedro de Macorís-La Romana y quedé sorprendido de esa maravilla de la naturaleza. Recordé lugares parecidos, como Los Haitises y Los Tres Ojos, pero ninguno iguala el ambiente sobrecogedor de esta cueva. Me pareció excelente el trabajo que ha realizado el patronato que lo dirige, sobre todo las adecuaciones para el disfrute máximo de los turistas.

El recorrido incluye espectaculares escenarios de estalactitas y estalagmitas, raíces sobrevivientes entre rocas entrecruzadas que se recuestan entre sí formando, con el auxilio de luces artísticamente colocadas, imágenes diversas conforme al patrón espiritual del espectador.

Impecable, hasta que se inician las orientaciones del guía, pues se enciende una chispa de dudas al informar sobre la prohibición de tomar fotografías, el destino de las piezas arqueológicas supuestamente rescatadas y la autenticidad de los petroglifos indígenas. Al respecto es oportuno señalar que existen numerosas historias de fraudes arqueológicos, como la del Hombre de Piltdown en Inglaterra, las pinturas rupestres de Zubialde en España, el dinosaurio alado de los chinos y el gigante de Cardiff  en Estados Unidos.

Sugiero, humildemente, que si se utilizó la prueba del carbono 14 o cualquier otra para autenticar los petroglifos y/o las piezas arqueológicas encontradas, se respalde la información con la colocación en lugar visible de copias de las certificaciones nacionales o internacionales, mostrando el aval científico de las instituciones o personas evaluadoras de los mismos y con ello los turistas no empañarían la tremenda impresión que genera la extraordinaria belleza de la cueva, con algún elemento de suspicacia respecto al posible engaño con el legado de nuestros indígenas.

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