JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Hacía tiempo que estaba por conocer esta majestuosa cueva natural la cual fue acondicionada por la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales y siempre pasaba cuando se había cumplido el horario de visita. Afortunadamente, en este largo feriado del día de la independencia, tuve la ocasión de penetrar en ella y tal como su nombre lo indica, maravillarme de los atributos que ha puesto la naturaleza en esta enorme caverna, la cual, según la guía que nos tocó, apenas han desarrollado una cuarta parte de su tamaño, dejando el resto para que se multipliquen un gran número de insectos, murciélagos, lagartos y otros reptiles, algunas en peligro de extinción.
No obstante el enorme gasto incurrido en su acondicionamiento, creemos que el precio de entrada, fijado en RD$200.00 adultos y RD$50.00 los menores es sumamente oneroso si tomamos en cuenta el gasto en combustible que hay que consumir, ya que esta cueva está situada entre Cumayasa y La Romana. Haciendo una comparación, el costo es ligeramente mayor que la entrada a la Torre Eiffel en París, por tampoco incluir museos europeos con un mayor número de gastos que esta cueva.
La guía, muy profesional por cierto y con un elevado grado de conocimientos sobre petroglifos y las diversas formaciones (estalactitas y estalagmitas) nos indicó, que en el tiempo en que la cueva esta desprovista de toda vigilancia y control por parte de las autoridades gubernamentales, vándalos se dedicaron a pintar imitaciones del arte taíno y también a dejar escrito su nombre y algún símbolo que identificase posteriormente su paso por la cueva. Extraño nos resultó, que los funcionarios de la Secretaría de Medio Ambiente, tan celosos para algunas cosas, no hayan contratado expertos que borren estas inscripciones primitivas y sólo dejen aquellas que se comprueben su autenticidad. De ese modo, los visitantes no tienen que pasar por la elucubración de si es falsa o verdadera la pictografía que visualizan y además, le daría un carácter más profesional al excelente trabajo de acondicionamiento realizado en esta caverna.
Entendemos que en el país existen unos cuantos espeleólogos que podrían realizar en corto tiempo este trabajo sin tener que cerrar las visitas del público. Asimismo, debería concomitantemente elaborarse un folleto que indique los objetos allí encontrados, el nombre de la tribu que allí habitó con sus hábitos alimenticios que incluían la raíz de la guáyiga de la cual, luego de extraerle el zumo venenoso, se hacía una especie de pan que era parte de la dieta de los taínos.
Le corregí sin embargo a nuestra guía el uso de la palabra indios. En nuestro país no hay indios, sino aborígenes, ya que un error cometido por el Almirante de la Mar Océana de creer que había arribado al Cipango y la India, es el culpable de este error garrafal que se ha enquistado en los ingleses, para los cuales nuestras islas caribeñas, las denominan West Indies, es decir, Indias Occidentales. Hasta cuando los habitantes del Caribe vamos a seguir permitiendo este dislate proveniente de uno de los países con mayor cultura, pero también, con mayores territorios conquistados en el mundo.
Los dominicanos deberíamos conocer nuestros lugares, no sólo históricos, sino también ecológicos y turísticos. Existen en nuestro país numerosas cuevas y monumentos de formación natural, como los Haitises, el Hoyo de Pelempito, diferentes saltos de agua (Aguas Blancas, Jimenoa, El Limón) y acantilados de gran esplendor, como el Cabo Francés y el Morro de Montecristi, que bien pueden ser comparados con similares en países que los valoran y promocionan.
La Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales en conjunción con la Secretaría de Estado de Turismo deberían emprender una campaña a nivel nacional para que nuestros conciudadanos hagan suya aquella frase que antaño escuchábamos: Dominicano, conoce tu país primero.