La culpa es de las autoridades

La culpa es de las autoridades

BIENVENIDO ALVÁREZ VEGA
La ciudad capital se está perdiendo entre la osadía de unos venduteros indolentes que «ocupan» las aceras y las esquinas de las principales avenidas y calles, y unas autoridades indiferentes, insensibles e irresponsables. El fenómeno puede palparse en casi toda la capital, principalmente en las avenidas Duarte y Mella, en la calle José Martì, en las avenidas Bolívar e Independencia, en la J. F. Kennedy y la Máximo Gómez, en la Abraham Lincoln y la Winston Churchill, y poco a poco en la avenida Luperòn.

El espectáculo de mal gusto también puede verse en las calles Nicolás de Ovando, Pedro Livio Cedeño, Padre Castellanos o 17, y en las principales vías del ensanche Ozama, en la provincia Santo Domingo. En estos lugares usted puede ver hombres y mujeres que ofrecen en venta a transeúntes y conductores perros pequeños, jaulas con aves, aguacate, guineos, guayabas, piñas, mangos, limones agrios, periódicos, semillas de cajuil, distintos tipos de dulces, agua para tomar, en botellas y en sobrecitos, helados, refrescos, café listo para tomar; tarjetas telefónicas, limpiavidrios para vehículos de motor, utensilios para teléfonos móviles o celulares; y, por supuesto, no faltarán los muchachos y adultos que «limpian» los vidrios de los carros, ni los ancianos, niños y niñas, y minusválidos que se mueven entre los vehículos, como lo hacen los vendedores, pidiendo ayudas, limosnas.

Este cuadro burdo, tercermundista, alterador del orden y de la fluidez normal de los vehículos, está presente en la mayoría de nuestras esquinas todos los días y a todas las horas del día, y a veces hasta de la noche. Es una estampa grotesca que nos dice hasta dónde hemos llegado, hasta dónde la indiferencia, hasta dónde la indolencia con la ciudad, con la urbanística, con la estética y con la tranquilidad a que todos los munícipes y ciudadanos tienen derecho. Es un fenómeno harto conocido, por demás, de todas las autoridades del ayuntamiento y de la ciudad. Los regidores contemplan el espectáculo cada día, los legisladores, los magistrados, los generales de todas las estrellas, los secretarios de Estado, los que tienen cartera y los que llevan bolsillos esperando su cartera, y los otros, los más altos ejecutivos de la nación. El cuadro se hace más burlón porque entre los venduteros, los minusválidos y los que «limpian» los vidrios de los carros están los agentes, sí, los agentes del orden, los de Amet y los de la Policía Nacional, quienes conviven con unos y otros, conversan, charlan, se hacen favores y celebran su camaradería.

No faltan quienes defiendan el «derecho» de estos jóvenes y ciudadanos a convertir estas esquinas en mercados de compra y venta, porque, argumentan, ellos también tienen derecho al trabajo, a la vida, a ganarse el sustento de los suyos.

Estos pareceres me parecen adecuados, solo que la sociedad se ha organizado para que sus miembros convivan dentro de las normas, las reglas y los espacios acordados para cada cosa. Los conocimientos más elementales, que siempre son los más importantes y útiles, nos enseñan que las calles y las avenidas han sido construidas para el desplazamiento de los vehículos y las personas. Para la compra y venta de cuanto se nos antoje están, nos dicen los mismos conocimientos elementales, los supermercados, los mercados, las buhonerías, las pulperías y las tiendas.

Las esquinas de las avenidas y calles no son, definitivamente, lugares destinados para los espectáculos de mal gusto, de desorden y de arrabalización que estamos viendo a diario.

Las autoridades municipales, la Policía Nacional, los miembros de Amet y hasta Salud Pública, tienen que intervenir sin mayores miramientos para poner fin a esta franca vulneración de los usos de los espacios de la ciudad. Al ayuntamiento del Distrito Nacional le toca, de manera principal, enfrentar estos espectáculos. Porque la ciudad, el cuidado, el orden y la estética de la misma, son parte de su razón de ser.

El cabildo es el gobierno de la ciudad. La Policía Nacional y Amet deben contribuir por igual, con una presencia disuasiva y con el cumplimiento de las órdenes y mandatos del ayuntamiento.

Y hemos aludido a Salud Pública porque en esas esquinas suelen venderse cosas para comer sin la menor higiene, en un claro atentado contra la salud de quienes las compran e ingieren. No hay razón para la indiferencia y la irresponsabilidad abiertas que han venido mostrando las autoridades ante este hecho. Debemos recuperar la ciudad.

bavegado@yahoo.com

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