La culpa y el perdón

La culpa y el perdón

MELANIA EMETERIO RONDÓN
Adjunto de los grandes problemas sociales y éticos que hoy día viven muchas sociedades, es fácil observar por doquier manifestaciones de espiritualidad para dar respuestas a esa falta de esperanza y paz. Hay un auge de las prédicas de valores como el perdón, la compasión y el desprendimiento, pero el énfasis mayor está puesto en el perdón como ejercicio de liberación y sanación interiores.

Estos recursos son muy válidos, pero no debemos confundir las cosas, pues el perdón es una decisión sustentada en un hecho que se ha cometido de manera consciente o inconsciente, y con el cual se infringió un daño a alguien. La persona que en tal caso perdona, lo hace para aliviarse interiormente, sufre por esto, y desea liberarse de esa angustia.

Partiendo de lo anterior, el perdón carece de objeto si no ha habido faltas o pecados cometidos. Traigo esta reflexión porque hace como siete años que en la puesta en circulación del libro «Cosecha de huesos» de la escritora haitiana Edwidge Danticat, escuché intervenciones de personas que elogiaban y aplaudían todo el contenido de esta obra, llegando a decir que el país debía pedir perdón al pueblo haitiano por la matanza que en 1937 llevó a cabo el presidente y dictador dominicano Rafael L. Trujillo. Para que sepamos que aquello no era un asunto aislado, sino algo que formaba parte de un plan en gestación, resulta que en el pasado mes de octubre un obispo católico propuso que el país pida perdón a Haití por la matanza de haitianos que ordenó Trujillo en la fecha ya citada.

Si a una persona o como en este caso a un pueblo se le exige que pida perdón por aquello que no ha hecho, se le está humillando y bajando su auto-estima, pues se le doblega para que viva siempre con la culpa sobre sus espaldas, culpa que no tiene, pues en ese caso fue también una víctima del tirano. Para Trujillo y sus crímenes, no habían fronteras ni escrúpulos, y de esto, los ejemplos sobran: Rómulo Betancourt en Venezuela, Mauricio Báez en Cuba, las hermanas Mirabal. Imposible mencionar tantos crímenes, pues aquí en el país familias completas corrieron peligro de muerte.

Desde esa óptica, no entiendo la lógica del perdón, mas bien esto apunta a ser toda una trama que tiene un punto seguro de llegada. Por una parte el país está sobre-saturado de haitianos / as en toda la geografía y en diversidad de funciones y oficios, y por otra, una presión internacional constante por la supuesta discriminación y violación de los derechos humanos de los haitianos, es así como mantienen hastiado al país con visitas de observadores cuyo pretexto es confirmar dichas denuncias, las cuales se sustentan en informes facilitado por grupos de dominicanos que trabajan para esa causa. En tales circunstancias, ¿qué les parece?

Insistimos en que hasta que no se enfrente con mayor valentía este asunto que vulnera nuestra soberanía, y se den claras señales de que se tiene la voluntad política y patriótica de afrontarlo, el país seguirá manipulado por la comunidad internacional y por los grupos que desde aquí le sirven. Esto es algo de lo que solo Haití y sus aliados internos y externos pueden sacar beneficios. Ahora se nos exige -dentro del plan- pedir perdón por pecados no cometidos, como si se tratara (en términos cristianos) del pecado original, mas aunque pidamos perdón, asunto que deploro, jamás estarán conformes, pues resulta que los prejuicios raciales y supuesta discriminación, al parecer solo son oriundos y endémicos del nuestro país. ¿Qué le parece?

Hay que estructurar un plan para denunciar ante esa misma comunidad internacional y muchos otros países, cuál es la verdadera situación de la República Dominicana en relación con la invasión pacifica de haitianos y lo que ésta representa en término del combate a la pobreza, el desempleo y la salud, pues así tendremos opiniones y posiciones mejor balanceadas, y no solamente aquellas provenientes de los intereses de grandes potencias que anhelan una isla indivisible para así resolver el problema de Haití a costa de República Dominicana. Obsérvese que la presión es solo para nuestro país, pues Estados Unidos, Puerto Rico, Méjico y España, por solo citar algunos, atendiendo a los derechos que les asisten, están incrementando sus medidas para frenar la migración.

La postura del presidente es fundamental, pues ostenta el liderazgo mayor de cara al interés nacional. Recientemente, según reseña este periódico en fecha 11 de septiembre de 2007, el Presidente en una actividad a que fue invitado, identificó cinco pilares de proyecto de nación, y en ese sentido mencionó: Fortalecer la democracia, el crecimiento económico, las políticas sociales, medio-ambiente y seguridad, y mejorar el servicio de energía eléctrica. La exuberante migración haitiana no está en esas prioridades que el Presidente seleccionó para un programa de nación, y es ahí donde ha radicado siempre el problema.

No negamos la importancia de esos puntos, pero dejar de lado el peso social y económico de la migración haitiana sobre nuestro país significa no haber hecho un buen ejercicio de prioridades. Mandemos pues señales claras para que no vivamos con la culpa y nos conminen al perdón.

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