La cultura “Light”: sin esencia ni contenido 

La cultura “Light”: sin esencia ni contenido 

El hombre y la mujer light surgen de una sociedad caracterizada por una cultura light. Surgió en los años 90, pero ha alcanzado su pleno desarrollo en los comienzos del nuevo milenio. Hacemos referencia al hijo (a) del postmodernismo más recalcitrante. En el caso del hombre,  nos referimos al de estética gay.

Pero, ¿qué es una cultura light? Aquella que arroja individuos carentes de referentes, con un vacío moral, siempre insatisfechos, aun teniéndolo todo. No suelen pensar y cuando lo hacen no se lo toman en serio.

Hoy, lamentablemente, predomina esta cultura paridora de este tipo de gente en las que no parece haber  un verdadero progreso humano porque no se trabaja en la parte moral. Solo en la material.

La fachada es lo que cuenta. Lo que aparenta ser y no es.

Según los estudiosos de la conducta humana, “lo light” es un monumento a la superficialidad y guarda relación con el nivel socioeconómico y con el entorno.

Tal vez de ahí el aumento, cada vez mayor, del número de divorcios  porque para formar una familia y para lograr con ella lo que se necesita en una sociedad, se requiere de  esfuerzo, sacrificio, inversiones, no solo materiales sino de tiempo, tiempo de calidad.  Todo ello choca con la mentalidad light que se impulsa en los últimos años.

La moda no viene de la nada.  Para ello se conjuga una serie de hábitos, comportamientos, pensamientos y sentimientos que en un momento dado va encontrando tanto adeptos y practicantes que un día se llega a  convertir en toda una cultura, en este caso una cultura “light”.

Entre las ideas erróneas que se han difundido en los últimos años, está la de que la persona es lo que proyecta o aparente ser, lo que ha contribuido a crear comportamientos dañinos que van desde los más inverosímiles enredos económicos hasta las conductas emocionales disfuncionales que imposibilitan la relación de pareja y la propagación de valores morales en la familia.  Una cuota de responsabilidad en este proceso la tienen, por un lado, los medios de comunicación con su bombardeo de publicidad que exalta las necesidades superficiales y, por el otro lado, la familia que ha descuidado, en ese mismo afán de producir, su verdadero rol.  Preservar los principios y valores.  El fortalecimiento institucional de la familia se ha quedado muy atrás y la familia se ha ido fraccionando.  Eso favorece la cultura light.

Haríamos bien en reflexionar individual y colectivamente sobre esta cultura de la modernidad. Pues como apunta el psiquiatra y escritor español Enrique Rojas, autor del libro “El hombre light”,  “cuando la vida pasa, las apariencias quedan atrás y el sedimento es la vida verdadera, que es la felicidad y consiste en el resultado positivo del análisis que se hace de la vida a partir de la forma de ser, el amor, el trabajo y la cultura”.

El hombre light es un hombre sin referente ni remitente.  Es lo que se dice un hombre liviano.

Para contrarrestar este perfil y crear personas equilibradas, Rojas aconseja  la  administración inteligente del deseo y la felicidad. La madurez consiste en gobernar el mundo de las apariencias, en dejar de ser  juguetes momentáneos de los deseos.

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