La cultura de la impunidad hace daño al país. A lo largo de nuestra historia como nación, uno de los elementos más dañinos en el ámbito social es la permisividad o tolerancia que han tenido los gobiernos con quienes, desde posiciones de poder, se lucran indebidamente en perjuicio de los fondos públicos.

Pocos gobernantes criollos han tenido la visión, honradez y coraje del profesor Juan Bosch quien en su corto período de Gobierno fue capaz de destituir y someter a la Justicia a un ayudante personal que intentó, desde su posición, sacar ventajas personales de su cargo.

Otros, como Joaquín Balaguer, han hecho alarde de su honradez personal, permitiendo, sin embargo, que gentes de su entorno hicieran todo tipo de diabluras desde sus cargos públicos con tal de que les garantizaran gobernar.

Llegó este nefasto mandatario a reconocer la existencia de cientos de millonarios hechos con fondos de la administración pública, alegando que la corrupción se detenía en la puerta de su despacho y reconociendo la necesidad de dar la ración de la boa.

Los amigos del PLD, lejos de seguir los pasos del profesor Juan Bosch, se identificaron más con el líder reformista y su política de tolerancia ante la corrupción y en estos momentos están recibiendo las facturas correspondientes.