Estoy segura que a todos nos ha pasado en algún momento de nuestra vida familiar, laboral y social, que nos encontrarnos con personas que desean todo lo que tenemos, desde la ropa que llevamos puesta hasta lo que vamos a tirar al zafacón. Al principio, este comportamiento pudiera resultarnos inocente, hasta que la regularidad con que sucede nos lleva al hastío, porque este tipo de individuo no tiene límites para abordar a los demás, y su carencia de “insight” no les permite identificar las molestias que provoca en su entorno.
Me da gusto saber que en nuestra juventud actual a quienes comparten mi mismo pensamiento de que debemos hacer algo para erradicar esa cultura de pedir y pedir, y con esto me refiero específicamente a esas personas que han asumido la mala costumbre de vivir pidiendo, en el que su vida gira alrededor de lo que le “dan”, porque les ha resultado más factible contar con lo que recogen de la pedidera, que conseguir un trabajo, cualquiera que fuera éste.
Mientras que para mucha gente pedir es un acto que no está incluido en su repertorio de vida, para otros tantos es una constante; pedir mucho o poco no les importa, sin vergüenza alguna lo que realmente les interesa es conseguir lo que desean. Por eso, cuando piden obsesivamente, ponen en evidencia su forma de ser y de vivir.
Ahora bien, ¿por qué decimos que sí a este tipo de personas, cuando en verdad queremos decir no a sus constantes solicitudes? Porque según han reflejado los expertos, desde pequeños nos han enseñado que debemos decir que sí, para complacer y agradar a los demás, y así ser aceptados. No estamos culturalmente acostumbrados a manejar el “no”, ya que nos hace sentir culpables porque hemos crecido con la idea de que debemos agradar a los demás.
Existen algunas creencias que nos empujan a decir un “sí” en automático, porque es la manera de evitar los conflictos o porque es mi responsabilidad o es lo menos que puedo hacer… Pero ese sí que surge de manera automática o que nace del miedo, trae consigo consecuencias negativas: terminamos sintiéndonos utilizados, víctimas de los demás, y lo peor es que nos enojamos con nosotros mismos por no haber sido capaces de reflexionar, escuchar y tener el coraje de decir “No”.
Pero a este tipo de personas hay que ponerles límites claros para que aprendan a frenar sus impulsos de desearlo todo. Porque la mayoría de las veces piden por hambre de tener cosas, es decir, por pedir, y sin la necesidad de lo que solicitan, es como dice el dicho: “no pueden ver ni un pincho mal puesto”, tan pronto lo ve, dice que a su hermana le hace falta, que por favor se lo regalen…
Cuando aprendemos a decir “no”, provocamos cambios en la relación con los demás. En ocasiones, esto genera frustración en las personas que nos piden, y llegan incluso a reaccionar con comentarios culpabilizadores, así como también malas caras o actitud de enfado para hacernos sentir mal, al no conseguir lo que quiera de nosotros. Pero más allá de las respuestas que podamos encontrar, lo importante es que seamos fieles a nosotros mismos, poner límites claros a los demás; de esta manera, nuestra actitud los ayudará a detener sus impulsos de pedir y a encontrar las soluciones a su problema, logrando su autodependencia.
Yo pienso que aún falta mucho por hacer en nuestra sociedad para cambiar ese esquema mental de vivir a expensas del otro, de acomodarse a obtener las cosas fácil, y empezar a desarrollar mayores expectativas de vida.