La cultura del buen trato

La cultura del buen trato

J. LUIS ROJAS.

Recientemente, el periódico El País de España se hizo eco de un texto que escribió y difundió en su cuenta de Twitter la cantante y actriz española Ana Belén: «No tengo esperanza con que esto nos vaya a cambiar. Somos tan burros que no sé si saldremos mejores. La gente que era buena lo seguirá siendo y los imbéciles, hijos de puta e irresponsables, también”. (El País, 24 de mayo, 2020).

La reflexión de la artista se produce y difunde en el contexto de los efectos sin precedentes provocados por la pandemia mundial COVID-19. La esencia de lo expresado por la actriz española cuestiona la actitud pasiva y superficial con que la mayoría de los seres humanos ha reaccionado frente a la magnitud de las consecuencias derivadas del coronavirus. ¿Por qué las personas se empeñan en obviar que todo ha cambiado? Lo lógico y sensato sería analizar los efectos negativos de la presente crisis sanitaria desde las perspectivas de lo psicosocial, sociocultural y socioeconómico. La dura y amarga experiencia vivida debería servir de motivación para que todos los ciudadanos del mundo cambien su forma de pensar, decidir, actuar, hablar y relacionarse. En fin, proponerse como meta ser mejores personas.

Desde el análisis racional, los efectos presentes y futuros de la pandemia COVID-19 se perciben como un llamado de atención a los que hasta ahora han vivido como chivos sin ley. Hay que cambiar la forma de vivir y relacionarse en todos los contextos: familiar, social, laboral, profesional, emocional y espiritual. Es ahora el momento para detener el maltrato físico, psicológico, laboral, verbal, emocional, institucional, económico, ciberbullying, medioambiental, etcétera, como medio para alcanzar determinados logros. En cambio, en momentos como los actuales, lo que recomienda la lógica es fomentar la cultura de buen trato.

Por lo general, los efectos provenientes del buen trato impactan de manera positiva las relaciones humanas en todas sus dimensiones. La cultura del buen trato previene los conflictos individuales y colectivos. Las lecciones establecidas por el coronavirus pudiesen ser un referente valido para impulsar, desde el núcleo familiar, los sistemas educativos y los medios de comunicación masiva, la cultura del buen trato permite vínculos más sanos, más sostenibles y productivos entre las personas y los ecosistemas naturales. Cuando el liderazgo político empresarial, social, académico y profesional de una sociedad se pone de acuerdo para educar a sus ciudadanos bajo los lineamientos y valores que sirven de sustento a la cultura del buen trato, todo cuanto gira a su alrededor cambia positivamente.

El buen trato es una condición o característica humana, la cual no sólo se expresa a través de palabras, también se manifiesta en el contacto físico (un beso, un apretón de mano, un abrazo, una acción de cortesía, una felicitación por una buena acción) o en actitudes (prestar atención cuando se habla con otra persona, no ocupar los parqueos reservados a embarazadas o a personas con condiciones distintas, no descalificar a los que piensan y actúan diferente a los demás, no agredir la dignidad humana tratando de cumplir normas y procedimientos irracionales, mostrar solidaridad en todo momento, lugar y circunstancia).

El mal trato aleja, facilita la desmotivación y castra las posibilidades que hacen posible crear, mantener y optimizar relaciones humanas armónicas, tanto dentro como fuera de las empresas e instituciones. La rentabilidad de la cultura del buen trato genera activos intangibles valiosos. Por ejemplo, confianza, empatía, cercanía y valoración positiva. El buen trato es una competencia blanda que se desarrolla en el seno familiar, en el entorno social y a través de la educación formal. El buen trato es una condición humana que no se puede fingir ni usar como medio para manipular las emociones y los sentimientos humanos. Se ha comprobado que las personas que ejercen el buen trato con los demás, alcanzan más y mejores logros. Además, crean y mantienen una imagen pública más confiable y creíble entre los que les rodean. La cultura del buen trato es una estrategia de vida que distingue y diferencia a los que la practican.

El buen trato es, además, una competencia blanda, que incide positivamente en las relaciones laborales, familiares y sociales. Hoy más que nunca, se hace necesaria poner en práctica la ecuanimidad, el respeto, la solidaridad, la flexibilidad y la tolerancia, ya que quien no ha desarrollado capacidades para saber vincularse y fluir sanamente, sufre choques y pérdidas, porque será una persona mal calificada por sus constantes riñas, disgustos, reproches y groserías públicas descontroladas.

En cualquier negocio, empresa o institución, la cultura del buen trato facilitará que los clientes vuelvan y hablar positivamente de quien lo atendió. La cultura del buen trato se desarrolla. En este sentido, no todos los individuos están aptos para tratar bien a los demás. Tratar a los demás con respeto, cordialidad y esmero, requiere entre otras cualidades personales, mantener estable y en equilibrio las inteligencias humanas: emocional, espiritual, cognitiva, social y física o corporal. El principal requisito del buen trato consiste en saber ser gente. Los que carecen de humildad, solidaridad, empatía y vocación de servicio, jamás podrán tratar bien a los demás.

En algún momento y por alguna circunstancia, que no son los actuales, alguien se detuvo y analizó los tamaños de las personas, para lo que aparentemente se tomó como punto de referencia el estado de las inteligencias emocional, espiritual y social. En este orden, se han establecido características o atributos correspondientes a lo que podría ser el tamaño de las personas, a partir de la coherencia y consistencia de su pensamiento, sus decisiones, sus actuaciones y sus relaciones. Por ejemplo:

Una persona es enorme, cuando habla de frente y vive de acuerdo con lo que piensa, dice y hace, cuando trata con cariño y respeto a los demás, cuando mira a los ojos y sonríe con franqueza.

Una persona es pequeña cuando solo piensa en sí misma, y les hace creer a los otros que piensa en ellos; cuando es poco gentil, cuando no colabora, cuando abandona a alguien en el momento en que más lo necesita.

Una persona es gigante cuando se interesa por la vida de los demás, cuando busca alternativas para ayudar a crecer a sus relacionados, cuando sueña junto con sus colaboradores y cuando trata de entender a los demás aunque no piensen igual que él.

Una persona es pequeña cuando se deja regir por comportamientos clichés, cuando quiere quedar bien con todos, cuando maneja a la gente que menos puede controlar como un titiritero.
Una persona es grande cuando perdona, cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro, cuando obra no solo de acuerdo con lo que esperan de ella, sino con lo que espera de sí mismo.

Una persona es pequeña cuando decepciona, cuando hiere, cuando actúa con resentimiento, cuando no es solidaria, cuando miente, cuando no sabe pedir perdón.

Una persona es grande cuando sabe dar, cuando no tiene miedo de recibir, cuando la caracteriza la alegría, cuando enfrenta la tristeza, cuando controla la ira.

Una persona es insignificante cuando desprecia, cuando olvida los favores, cuando solo busca su brillo, sus intereses, su bienestar.

Una persona se empequeñece cuando agrede, cuando traiciona, cuando viola las leyes, cuando abusa del poder.

Una persona es grande cuando extiende sus manos, cuando cierra su boca y abre su corazón, cuando su sensibilidad se expresa a favor de los que nada tienen.

En medio de tantos muertos inocentes y de notables mermas del crecimiento y desarrollo económico mundial, como consecuencia de la pandemia COVID-19, lo más normal es que cada individuo reflexione al respecto y pueda plantearse cambios significativos viables, que permitan establecer estilos de vida más centrados en el ser y menos en el parecer. Además, en el actual escenario de incertidumbre, creado por el coronavirus, es esencial asumir el buen trato como filosofía y cultura de vida. El respetar a los demás y el vivir en armonía con los ecosistemas naturales, son requisitos básicos para superar la post crisis del COVID-19.

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