La cultura del cumplimiento

La cultura del cumplimiento

La gente renuncia todos los días de sus empleos. Pero nadie lo ha hecho con la estridencia de Greg Smith, hasta hace poco director ejecutivo a cargo de derivados en Goldman Sachs en Londres.

Por lo menos, nadie publica un artículo en el New York Times, como lo ha hecho Smith, en donde afirma que no quiere trabajar más en una compañía cuya cultura corporativa está basada en la búsqueda frenética de beneficios a corto plazo y sin importar la suerte de los clientes. Su recomendación a sus antiguos jefes en Goldman es bien sencilla: “Sin clientes ustedes no harán dinero. Saquen la gente moralmente en quiebra, no importa cuánto dinero hacen para la compañía. Y enderecen la cultura [de la firma] de nuevo, de manera que la gente quiera trabajar aquí por las razones correctas” (“Why I Am Leaving Goldman Sachs”, New York Times, 14 de marzo de 2012).

Este hecho –que ya la avaricia no es buena- revela cuánto ha comenzado a cambiar la cultura corporativa de las corporaciones y de sus ejecutivos tras la crisis financiera de 2008 y la emergencia del paradigma del gobierno corporativo.  Gobierno corporativo no es otra frase linda y nueva de la insoportable jerga de la consultoría empresarial. Se trata de la necesidad de un adecuado sistema de relaciones de la dirección de una empresa, su consejo de administración, sus accionistas, sus empleados, sus clientes, sus suplidores, así como de una estructura eficaz para establecer los objetivos de la empresa, los medios para alcanzarlos y la garantía para dar seguimiento constante a los resultados obtenidos.

Los ejes principales del gobierno corporativo vendrían a ser los órganos de dirección, la relación con accionistas e inversionistas, los sistemas de transparencia e información, las normas internas de conducta, los conflictos de intereses, los sistemas de auditoría y control interno, la medición de riesgos, el sistema de cumplimiento y la responsabilidad social.

En otras palabras, hoy resulta claro para las empresas que un buen sistema de gobierno es para ellas, principalmente para aquellas que operan en los mercados financieros regulados, no mera cuestión de imagen corporativa ni de responsabilidad social empresarial, sino tema de la mayor relevancia, que atraviesa transversalmente toda la estructura de la empresa, desde el encumbrado consejo de directores hasta el más humilde empleado de la organización. Más aún, lo que antes eran simples normas de buen gobierno corporativo, antiguo “Derecho suave” dejado a la voluntad autorregulatoria de la empresa, hoy se ha endurecido y devenido en “hard law” incrustado en las leyes estatales.

El gobierno corporativo requiere una cultura de gobierno corporativo y ésta exige una cultura de cumplimiento normativo por y dentro la empresa. Ello incluso viene requerido por ley penal. Y es que en la República Dominicana la ley penal tutela la transparencia empresarial, los sistemas de control de la gestión y el abuso de poder en el entorno corporativo. Esto queda evidenciado cuando se revisa la larga lista de infracciones penales que van desde la tradicional falsedad de cuentas anuales y documentos societarios hasta una variada gama de ilícitos societarios que sancionan los diversos tipos de gestión desleal.

Lo anterior es una amenaza y una oportunidad para la empresa. Amenaza porque la violación de las normas de buen gobierno corporativo implica muchas veces sanciones penales de multa y prisión en un entorno social y mediático tendiente a un populismo penal, en donde es más fácil condenar a un empresario que a un político corrupto, lo que significa que el directivo deviene en fuente de peligro jurídico-penal para su empresa y la propia empresa puede estar sujeta a sanciones que no se detienen frente a la ficción de su personería jurídica y que, contrario a Estados Unidos, no admiten negociación de la acusación (“plea bargaining”). Oportunidad porque el trazado e implementación de un buen sistema de gobierno corporativo significa que se disminuyen considerablemente los riesgos de sanción penal y, lo que no es menos importante y como bien demostrará en su primera visita al país la semana próxima el experto en gobierno corporativo Fernando Igartúa, se crea valor económico para la empresa, sus dueños, sus empleados, sus clientes y la comunidad entera.

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