El hijo de una familia cercana a la mía finalizó sus estudios secundarios con un alto índice, tanto que fue candidato a una beca en una prestigiosa universidad del país. Todos estábamos felices por los logros del estudiante que pasó holgadamente las pruebas nacionales. Proviene de una familia de trabajadores de bajos ingresos y el muchacho es una promesa.
Estudió en una escuela pública, sus habilidades en matemáticas eran tan notables que producía algún dinero enseñando la materia a sus propios compañeros y a otros jóvenes de planteles distintos y hasta de colegios privados.
Por sus habilidades con los números, imaginé que sería un excelente profesor de matemáticas o una profesión vinculada con el área, sin embargo, su pasión es la medicina. Le dije a sus padres que lo dejen estudiar lo que quiere porque la realización personal es cuando se ama lo que hace y hace lo que ama.
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Sin embargo, el joven no logró matricularse en la universidad donde tenía la posibilidad de estudiar porque no le fue bien en el examen de admisión, tenía lagunas que no pudo superar en el trayecto de su formación básica.
Sus altas notas en naturales, sociales y lenguas, no fueron suficientes para cumplir con las exigencias de un examen de admisión donde se requería de elementos de la cultura general, incluyendo la historia social del país.
Se me ocurre pensar que como era tan bueno en las materias básicas, hubo descuido en la escuela con áreas que son también muy importantes en la formación de los individuos para que sean funcionales en la vida.
Nuestro protagonista se fue a la universidad del Estado y allí en su primer año, está llenando las lagunas que no pudo sortear en los 12 años de escolaridad en la escuela pública donde estudió.
Le han puesto a leer libros que yo leí cuando estaba en la primaria, como la Edad de Oro de José Martí, algunos libros de Pablo Neruda, la Viña de Naboth, de Summer Welles y otros títulos significativos de la literatura universal y el pensamiento crítico.
Esta experiencia la comparto porque junto con la enseñanza básica es crucial incorporar lecturas complementarias, me atrevo a sugerir al menos un libro por mes y culminar con una discusión de los libros leídos.
Tuve un profesor que obligaba a leer un libro por semana, comenzó sugiriendo el libro y después dejó que cada uno leyera el que quisiera y debíamos llevar un resumen del libro leído y al finalizar del mes la clase era escuchar el resumen que cada uno había escrito del libro que leyó.
Era tedioso, pero el grupo salió bastante fortalecido en el conocimiento. La lectura es un componente esencial en la formación de los individuos y en el nivel de la educación formal debe enseñarse la lectura comprensiva. Si no se entiende lo que leyó no podemos decir que hemos leído.
Reproducir y explicar un texto es parte del aprendizaje. Si un alumno puede escribir y explicar lo que aprendió, es una señal clara de que ha comprendido la lectura.
Con la proliferación de las plataformas tecnológicas, el verdadero desafío radica en fomentar la lectura y el pensamiento crítico, evitando así situaciones como la que narro en este relato.