SANTIAGO, (AFP) – La Cumbre Iberoamericana, que debía unir a los países en torno a la protección social, terminó por evidenciar una serie de malestares políticos y la constatación de las divisiones entre el bloque liderado por Hugo Chávez y los demás países de la región.
El incidente de la sesión final en el que el rey Juan Carlos de España mandó a callar a Chávez fue el episodio más llamativo pero de ninguna forma el único de una reunión de 22 mandatarios que desde su inicio mostró señales de que los ánimos estaban crispados. Un episodio que se complementó con una advertencia posterior de Zapatero a Chávez -«que sea la última vez»- y una respuesta horas más tarde de Chávez, quien dijo que «a mí no me mandan a callar».
Los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y Nicaragua, Daniel Ortega, respaldaron a Chávez durante la Cumbre de los Pueblos, un encuentro popular de organizaciones de izquierda que se celebró una vez terminada la reunión iberoamericana.
La actitud del rey y de Zapatero fue respaldada de manera expresa por el presidente peruano, Alan García, y de una manera más tácita por el colombiano Alvaro Uribe y la anfitriona Michelle Bachelet, que propugnaron por el respeto que los españoles exigían. Los esfuerzos que hicieron la Bachelet y el secretario de la Cumbre, Enrique Iglesias, naufragaron.