La cuna de la porcelana china, entre la tradición y la modernidad

La cuna de la porcelana china, entre la tradición y la modernidad

Jingdezhen, China. EFE.- Pocos lugares sienten tanto el peso de la tradición como Jingdezhen, sede durante siglos de los hornos cerámicos de los emperadores de China, pero la cuna de la porcelana trata ahora de abrazar la modernidad para mantenerse viva.  

Dieciséis siglos de historia lleva la industria cerámica de esta ciudad, que surte con su producción a medio mundo y que igual ha fabricado tazas, platos o jarrones de cerámica y porcelana para los emperadores chinos y Mao Zedong que a los turistas que la visitan con la curiosidad de averiguar el porqué de su fama.

Considerada la cuna y capital de la cerámica y la porcelana de China, Jingdezhen, una ciudad de la provincia de Jiangxi (sureste del país), inició su vínculo con esta industria en el siglo V, cuando se crearon allí los primeros talleres artesanos.

“Desde muy pronto surgieron talleres de cerámica y porcelana, porque la ciudad disponía de abundantes recursos naturales, con mucha agua y también la mejor arcilla para fabricarlas”, afirma a Efe el director del Centro de Estudio y Protección de Patrimonio Cultural de Cerámica de Jingdezhen, Zhou Ronglin.

Las piezas que salían de esos talleres iban marcadas con la inscripción “Fabricado en Jingdezhen”, lo que dio a la ciudad una fama que llegó hasta los oídos de los emperadores de la dinastía Song, hace mil años, que construyeron en la ciudad unos hornos para que produjeran porcelana y cerámica para sus palacios.

A partir de entonces, los emperadores de las sucesivas dinastías siguieron confiando en los artesanos de Jingdezhen para que fabricaran para ellos, por la alta calidad y el refinamiento que conseguían.

“Para hacer la cerámica, según el dicho de la antigüedad, hacen falta 72 pasos, pero a grandes rasgos pueden agruparse en cuatro- moldear la masa, darle forma, pintarla y finalmente ponerla en el horno”, resume Zhou.

Con el objetivo de mostrar al mundo cómo se fabricaban estos productos en la época imperial, el Gobierno chino ha creado en Jingdezhen el Museo de la Historia de la Cerámica, que alberga varios hornos cerámicos del siglo XIV.

Instalado en una antigua fábrica, con decenas de empleados produciendo cerámica según los antiguos métodos, el museo tiene como maestro artesano a Xin Feng, un hombre que, a sus 70 años, ha dedicado medio siglo de vida a trabajar en el sector.

“En los últimos 60 años ha cambiado mucho la forma de trabajar la cerámica, la técnica antigua se ha ido perdiendo, por eso hace falta un lugar como este para conservarla y enseñarla al mundo”, cuenta a Efe Xin.

Para este, “la dificultad a la hora de fabricar una pieza no está en que el producto sea pequeño o sea grande, sino en conocer la historia para hacerla respetando la tradición y sin perder los métodos con que se hacía antiguamente».

Sin embargo, esta voluntad por preservar la tradición convive en Jingdezhen con una corriente de artistas más jóvenes interesados en introducir formas y conceptos más modernos.   Uno de ellos es Wu Yixun, un artista de una provincia vecina que hace seis años instaló su taller, llamado Zhenrutang, en las afueras de la ciudad.

“Nuestro espacio es una mezcla entre un taller artesanal y una fábrica, pero, junto a los platos y las teteras, también hacemos piezas artísticas, sin ninguna utilidad práctica, como pinturas y esculturas, siempre utilizando la cerámica como punto de partida y aprovechando la historia que tiene Jingdezhen”, comenta Wu a Efe.

“Lo que hacemos no se dirige a un grupo concreto de gente, sino que buscamos gustar a todo tipo de público. No hacemos las cosas pensando en los clientes; simplemente, hacemos lo que nos apetece, lo que creemos que es mejor”, añade el artista chino.

Wu considera que lo ideal es buscar un equilibrio entre las innovaciones y el respeto al pasado, y así lo demuestran sus creaciones, en las que lo antiguo y lo nuevo, la tradición y la modernidad, se dan la mano sin contradicción aparente.

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