La curación del oftalmólogo

La curación del oftalmólogo

Después de dos años residiendo en la ciudad de New York, regresó al país una damisela con la que sostuve un breve noviazgo en años de adolescencia.

Coincidimos en un supermercado, y noté que en su rostro estaba impresa una semi sonrisa de mujer feliz.

Cuando hice alusión al detalle, amplió el amago de sonrisa antes de hablar.

-Eso no es casual. Es que me caso el día treinta del mes próximo con un condiscípulo tuyo del bachillerato, que creo es el mejor hombre parido por una mujer criolla. No tiene vicios, es trabajador, no es mujeriego, y me quiere más que Romeo a Julieta. Corté el discurso sobre las cualidades de su futuro esposo cuando llevaba unos diez minutos de iniciado, y nos despedimos arrastrando nuestros carritos.

No había transcurrido una semana, cuando el prometido me llamó por la vía telefónica para invitarme a sus bodas, y no escatimó elogios sobre su novia.

– Es cariñosa, honesta, de buen carácter, y no se cansa de decirme que no concibe vivir sin tenerme a su lado. Es un ser bondadoso, angelical, sublime, adorable.

Poco después los cónyuges marcharon hacia los Estados Unidos, donde fijaron residencia. Pasaron unos cuantos años, y una noche los compañeros de aula nos juntamos en la fiesta de cumpleaños de un amigo común.

Estuve a punto de caer desmayado cuando me informó que su matrimonio apenas duró un año y cinco meses, y que “no fabricamos muchachos”.

– Esa azarosa es avara del cariño, le hace ojos bonitos a la mayoría de los hombres, pelea más que un boxeador, y me trataba como si fuera su enemigo. Conviviendo con ella me aficioné a las bebidas alcohólicas, descuidé la bodega que instalé hasta llegar a la quiebra, tuve un par de queridas, y hasta pensé en el suicidio.

Lanzó varias palabrotas, y un par de manotazos a un contendor invisible, antes de retomar el discurso.

-Suerte que la ceguera que padecimos durante el noviazgo, nos la curó de manera gratuita el mejor oftalmólogo del mundo.

-Creía que los problemas conyugales los solucionaban sicólogos y siquiatras- dije, sinceramente desconcertado.

-No, al amor ciego solamente le hace recuperar la visión un reputado oculista, que es el doctor Matrimonio.

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