La curva del aprendizaje

La curva del aprendizaje

MIGUEL TERC
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Cuando una empresa requiere de un nuevo líder o una de nueva dirección, en el mundo de los negocios, normalmente es una decisión tomada por los accionistas representados por la junta de directores.  Se considera, ante todo, su experiencia y conocimiento al frente de establecimientos similares en el pasado reciente; pero aún así la empresa experimenta por lo regular un periodo de ajuste, hasta que la persona seleccionada complete exitosamente la curva de aprendizaje.

Este proceso de transición tiene, inevitablemente, un costo en ganancias para la empresa hasta que el ejecutivo pase el periodo de aclimatación a sus nuevas responsabilidades. Esto es de más importancia aún en periodos de recesiones,  de crisis económica mundial y de altos precios de insumos. Es imperante, recomendable e indicado por los mejores expertos apelar a personas con amplia experiencia gerencial y humana.

Y en el caso de nuestro país, que sería en este caso es la empresa que han de administrar los políticos, tomando en cuenta que es el mayor ofertante de mano de obra,  los que tienen esa posibilidad, además de ser buenos dirigentes de sus partidos y buenos administradores, tienen que ser también -preferiblemente- probados estadistas. De no ser así hay un costo no solo económico sino también crediticio, educativo, de reputación nacional, de la calidad de vida y de la plusvalía de los bienes inmuebles.

De los tres principales candidatos a la Presidencia solo Leonel Fernández, indiscutiblemente, reúne las cualidades necesarias para desempeñar con menor costo para todos y con mejores ganancias la posición de jefe del Estado. Es el que cuenta más experiencia acumulada para regentear la curva del aprendizaje y mejor puede navegar en las borrascosas aguas que, a veces, genera la socio-política.

Y por ser el Estado  el mayor empleador, lo que quiere decir que se trata de la mayor empresa, no podemos darnos el lujo de ponerlo en manos de personas inexpertas, fácilmente influenciables y manejables por sujetos con pocos o ningún escrúpulo.

 Estos individuos nunca pudieron superar la curva del aprendizaje al inicio de la gestión del gobierno anterior, porque  los últimos tres meses de su mandato fueron peores que el primer trimestre de sus inicios. El pasado reciente dejó recuerdos pesarosos para la colectividad.

La democracia tripartidista dominicana es como dos lobos y una oveja decidiendo qué van a comer de cena. Adivinen quién es la oveja. Los dos adversarios del presidente Fernández tienen un historial que -según el rumor público- se han beneficiado sustancialmente de la política.

Ambos se quejan a gritos del mal uso de los recursos del Estado durante la presente administración, obviando que  sus partidos -el PRD y el PRSC- ejercieron el poder tan mal o mucho peor, incurriendo, por ejemplo, en abierta prevaricación, quedando la corrupción como un delito menor, siendo súper demagogos, populistas y tramposos con las elecciones dentro y fuera de sus organizaciones.

Es curioso y al mismo tiempo cómico, en verdad,  ver a tantos opositores hablar de pulcritud e integridad, además de cuestionar de manera tan acre el llamado empleo de los recursos públicos en actividades proselitistas, cuando casi todos -salvo algunas excepciones- tienen un inmenso tufo a corrupción y largas colas que pisarles. No hay en ningún momento, por tanto, el menor índice de moral y civismo para ahora pronunciarse contra la iniciativa reeleccionista, porque sus partidos sí han apoyado y motivado la misma, cada uno en su momento. 

Se apela a argumentos vacíos, banales y anticuados para referirse a los daños ocasionados históricamente por la reelección, alegando que en este momento -repito- se utilizan los recursos del Estado. Y me pregunto si sería distinto si el candidato fuera otra persona, pero del mismo partido en el poder? La respuesta inmediata sería un rotundo no.

Esto no quita que el presidente Fernández es la mejor opción, aunque no la perfecta, y que posiblemente que toda esa costosa, repetitiva y abrumadora propaganda haya sido innecesaria, sobre todo considerando los altos niveles de inconciencia y escasa formación de nuestros electores.

Nunca aprenderemos la lección de que la intensa, agobiante y fastidiosa propaganda, así como lo que muchos definen como ‘derroche’ de dinero en anuncios no ganan elecciones, véase y compare el triunfo del PRD de Antonio Guzmán en el 1978, proceso en el que la cúpula militar, con los más altos rangos y todo el poder, sumado al apoyo que comerciantes e industriales millonarios daban al entonces presidente Joaquín Balaguer. A pesar de esa demoledora y arbitraria maquinaria Balaguer fue derrotado ampliamente.

En el otro extremo está la humillante derrota asestada a Hipólito Mejía en el 2004, ocasión en la que la hoy critica organización usó en forma atropellante todos los recursos del Estado a su disposición, ignorando entonces estos que es el pueblo el que decide, no los anuncios, no son los salami, los billetes de cien pesos o los cerdos en pie que entrega uno de los aspirantes presidenciales.

Todos los expertos, lo mismo que las encuestas serias, concluyen en que el presidente Fernández será reelecto, no por ser el menos malo sino por ser el mejor, sobre todo considerando la curva del aprendizaje.

 Y yo diría que menos mal que seguiremos en manos del actual gobernante los próximos cuatro años. Nuestro querido profesor y presidente, de eso estoy plenamente convencido, tiene todas las de ganar. Menos mal que así será.

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