La daga y la palabra precisa de la Nobel Louisa Glück

La daga y la palabra precisa de la Nobel Louisa Glück

Cada vez que alguien gana el Premio Nobel de Literatura hay una avalancha de medios y personas que quieren saber más sobre el o la agraciada, sobre todo si no se trata de íconos mundiales de la literatura como Mario Vargas Llosa, porque hasta a Bob Dylan hubo que buscarlo para comprobar la poesía dentro de sus canciones, -por ser el primer cantautor en ganar el más preciado y prestigioso galardón de las letras.

Desde el jueves pasado los buscadores de la web sirven de puente, rápido y seguro, para acercarnos a la vida, obra y pensamiento de la poeta neoyorkina de 77 años Louise Glück, al convertirse en la escritora número 16 en ganar este premio en 119 años.

Las razones dadas por la Academia Sueca son convincentes, ella lo ganó «Por su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual».
Hacemos el mea culpa al asumir que tampoco habíamos leído a Louise Glück, y ahora no la buscamos simplemente para leer sus versos, sino para compartirlos en voz alta.

Es que desde el pasado 20 de marzo, cuando el mundo ya había sido detenido hemos estado leyendo poesía en las redes y en especial en nuestra página de Facebook, con nombres que han ido oscilando entre La tarde pide un poema, La noche pide un poema, 15 minutos de poesía hasta Hoy se leeeeeee… por meses todos los días, pero desde que el mundo empezó a girar nuevamente, varias veces a la semana.

Por esta razón, cuando nos encontramos con una cita en la que la poeta se refiere al acto de leer poesía, la sentimos más cercana, pues esa emoción la hemos vivido: «Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado».

Así, que tras hacer una selección de sus poemas traducidos al español compartidos principalmente por medios españoles como ABC, Vanguardia, El Español o el argentino Clarín y en algunos blogs que confieso no haber explorado antes, nos enteramos que Glück ya era Premio Pulitzer (1993) por el poemario «El iris salvaje».

De ese poemario leímos algunos versos muy hermosos, otros muy tristes, irónicos, críticos, pero todos frontales.

Aunque a la poeta le gusten los jardines, las flores, la tierra y las hojas de los árboles, y que no puede escapar de su belleza, el uso que le da cuando escribe no es festivo ni fresita, como bien se refleja en estos versos:
Ellos no pueden verse
en el polvo fresco aún, empezar
sin ninguna perspectiva,
con las colinas al fondo,
verdes y pálidas,
nubladas de flores.
//…
Ella desea detenerse;
él desea llegar hasta el fin,
permanecer en las cosas.

O sea, que si bien su poesía está repleta de metáforas relacionadas con la familia, la tierra, las mariposas, las flores y otros recursos naturales asociados a la belleza y a valores universales, no es menos cierto que estos son recursos que usa para pintar paisajes, que parecen inocentes, pero que dejan ver lo que hay detrás: abusos sexuales, familiares y de autoridad mal encauzada entre padres e hijas, madres e hijas, esposos con sus mujeres.
La forma casi sublime con la que expresa su inconformidad con la relación subordinada y desigual entre mujeres y hombres se destaca magistralmente en estos versos sencillos bajo el título La mariposa:

Mira, una mariposa. ¿Pediste un deseo?

Uno no pide deseos a las mariposas.

Tú hazlo. ¿Pediste uno?

  Sí.

Pues no cuenta.
Lo bueno de estos versos. Es que Glück suele retomar elementos e historias de sus propios versos en otros poemas, pues volvió tras la mariposa y el deseo, en otra historia de abuso de pareja.

Te acuerdas de cuando pediste un deseo?
Yo pido muchos.
Cuando te mentí
sobre lo de la mariposa.
Siempre me pregunté
qué pediste.
¿Qué crees que pedí yo?
Pedí lo que siempre pido.
Pedí otro poema”

Cuando nos referíamos a su pasión por las flores y lo que venía detrás, nada que sirva mejor de ejemplo que este título y lo que sucede en el poema a medida que va transcurriendo:
Amante de las flores
En nuestra familia, todos aman las flores.
Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas:
sin flores, sólo herméticas fincas de hierba
con placas de granito en el centro:
las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras
llena de mugre algunas veces…
Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo.
Pero en mi hermana, la cosa es distinta:
una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre
a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de
ladrillo.

Cada primavera, espera las flores.
Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende
que es mi madre quien paga; después de todo,
es su jardín y cada flor
es para mi padre. Ambas ven
la casa como su auténtica tumba.

No todo prospera en Long Island.
El verano es, a veces, muy caluroso,
y a veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo,
eran tan frágiles…

A lo que nos referíamos es a toda la carga de dolor, pesadumbre e impotencia de una familia donde impera el abuso del hombre, que resguardado entre flores revela de forma poética y dramática, lo que pasa detrás de la postal de normalidad y que el texto acusa y revela, Aquí está todo:

Se sobreentiende
que es mi madre quien paga; después de todo,
es su jardín y cada flor
es para mi padre. Ambas ven
la casa como su auténtica tumba.

Y, refuerza la idea del incesto cuando, en otro poema en el que habla del cuerpo y de la guerra, escribe:

… y si fue el cuerpo el que nos hizo esto,
nos hizo tener miedo del amor.

Volvamos a lo que la academia llama “su austera voz”, eso es todo. Louise habla de cosas serias y las cosas que duelen, que te han marcado definitivamente no pueden contarse más que “austeramente”.

Cuando se leen sus versos, dan deseos de abrazarla, porque detrás de la valentía con que cuenta y reclama la infidelidad o el menosprecio como mujer o como compañera de vida insatisfecha sexualmente, hay alguien frágil, alguien que conoce el vacío de sus huesos desde edad muy temprana.

Su poesía es humana y con posturas a favor de la mujer es cierto, pero también a favor de la hija e incomprensión de la madre o del amor, esa fuente natural que se secó antes de que tuviera conciencia.

El vestido
Se me secó el alma.
Como un alma arrojada al fuego,
pero no del todo,
no hasta la aniquilación. Sedienta,
siguió adelante. Crispada,
no por la soledad sino por la desconfianza,
el resultado de la violencia.

El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,
a quedar expuesto un momento,
temblando, como antes
de tu entrega a lo divino;
el espíritu fue seducido, debido a su soledad,
por la promesa de la gracia.
¿Cómo vas a volver a confiar
en el amor de otro ser?

Mi alma se marchitó y se encogió.
El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado grande para ella.
Y cuando recuperé la esperanza,
era una esperanza completamente distinta.

Leímos 39 minutos de poesía y mientras transcurríamos por ellos, iba creciendo la figura detrás de los versos, por la belleza, la sencillez y la frontalidad de sus atrevimientos temáticos dentro de un estado completamente normal y cotidiano. En su poesía no pasan grandes cosas, pero sí hondas emociones en medio de su sardónico estilo de clavar la daga en el momento y la precisión justas.

Las sociedades en que pasan esas suciedades que con tanta delicadeza devela, no han podido superar y muchos no han querido combatir la desigualdad y el abuso que revela, pero qué bueno que se premie, qué bueno que podamos leer estas cosas de su alma, manos y boca.

Por mujeres como Louise muchas otras en el mundo podemos alzar la copa y la voz. ¡Bien hecho, compañera!

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