La danza del amor

La danza del amor

Mi espíritu danzaba libre en otra dimensión. Vestida de alas y telas blancas daba vueltas en deleitosa alegría, como cuando el tiempo se detiene y la realidad se disfruta a plenitud. En una expansión iluminada, de paz y blancura, sólo estábamos tú y yo. Girábamos y nos envolvíamos. Tú penetrabas en mí y yo en ti. No parecía haber nada más. Estábamos tan el uno en el otro… Parecíamos flotar o volar. Nuestro amor venció la gravedad.

Era la danza del Amor Eterno.  Podía ver la estela de mi canto rodeándote. Era como si esa melodía que salía de mí tuviera vida, como si fuera una extensión de mí, queriendo  abrazarte,  acariciarte, hacerte sentir el amor más puro, sublime y verdadero. Eran las estelas de mi amor que te arrullaban, te rozaban como la más suave seda el rostro, el corazón y las entrañas.  Yo las movía dentro de ti,  conmoviéndote, tanto que te provocaban aquel cosquilleo en la profundidad de tu ser, ese que se vive cuando el amor es perfecto y alcanza su destino, ese que sólo tú puedes hacer sentir.

Con tu diestra me tomaste, me llevaste a pasear por una pradera donde todo estaba tupido de florecillas tan delicadas, era el paraíso de las flores blancas. De lejos debía parecer un campo de algodón o una nube, quizás. También a mí me vestiste de alba como a ellas;  mi traje parecía de novia. Viniste a mí con un semblante hermoso y joven, vestido de novio. Eras Jesús el que espera por su amada iglesia, su novia, el que anhela celebrar su eterna unión: las bodas del Cordero. Caminamos, trotamos, saltamos alegres entre aquel desborde de flores, entre la blancura absoluta de aquel espacio.  Reíamos sólo por estar juntos, por tener la dicha de casar nuestras manos.

Me invitaste a hacer una de tus caminatas favoritas y ¡cómo no asentir en cumplir el sueño de andar sobre las aguas, de tu mano! Era un lago, un río, o tal vez el Mar de Cristal.  Volvimos a la orilla, donde se podía apreciar un poco de verde entre el blanco tupido, allí nos despojamos de nuestros vestidos y de nuestros cuerpos.

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