LA DANZA EN TIEMPO DE PANDEMIA

LA DANZA EN TIEMPO DE PANDEMIA

Hace millones de años el hombre que conocemos hoy era apenas una propuesta. Su permanencia en aquellas desnudas planicies solo fue posible porque, a pesar de su aparente frágil estructura corporal, pudo ser capaz de adaptar su pensamiento y sortear los peligros a que se enfrentaba en su hábitat.

Esa misma capacidad le permitió a nuestros remotos antecesores, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, observar las imágenes de las paredes de las cuevas, proyectadas por la luz del fuego recién descubierto, a partir de ese instante, comenzaron sus febriles intentos por imitar aquellos movimientos y recrear a sus dioses.

El hombre fue capaz de develar los códigos gestuales y, sobre todo, la aptitud para sincronizar su cuerpo a partir del movimiento y el ritmo. ¿Qué quería el hombre primitivo comunicar? Al igual que el hombre de hoy, sus emociones, alegrías, penas, temores… y su afán de superar la realidad circundante.

Este anhelo lo llevó a crear una serie de artilugios, de movimientos corporales, a través de los cuales pudiera canalizar sus energías. Así, de esa eterna búsqueda del ser humano, de su necesidad primaria de expresarse e interpretar lo desconocido, la naturaleza y sus fuerzas insondables… nace la danza.

Los ritos y danzas mágicas desarrolladas por las tribus primitivas son anteriores a cualquier templo erigido a sus dioses, y a los monumentos megalíticos, en los que el hombre primitivo revela su genio de arquitecto.

La danza va transformándose y, al ser utilizada como medio de comunicación de casi todas las culturas, adquiere un valor más trascendental: el histórico.

A través de las diferentes danzas se nos permite conocer rasgos de nuestros antepasados, las particularidades de cada civilización y sus distintas formas de expresarse. El hombre convirtió la danza en rito, mito, símbolo y arte.

En todas las épocas y en todos los países se desarrollaron infinidad de expresiones danzarias. Lejos de los burgos (asentamientos urbanos) se desarrolla una cultura más libre, surgen las danzas campesinas que dan origen a la danza folclórica.

En la Edad Media (siglos V-XV), la Iglesia juega un papel preponderante. En ese largo período la danza es la más combatida de las artes. La figura del diablo, con diferentes nombres, se convierte en protagonista de danzas espantosas.

El Renacimiento trae un nuevo pensamiento, una nueva doctrina: el humanismo. El hombre dueño de su destino es el protagonista; se recupera el clasicismo, sale de la escena el diablo y retorna Apolo.

En 1581 se presenta por primera vez un espectáculo que une danza, música y argumento; el resultado de esa síntesis de elementos es el Ballet Cómico de la Reina, considerado el hecho espectacular danzario que inicia lo que se conocería como danza clásica o ballet.

A la vuelta de más de un siglo, Jean-Georges Noverre produce una revolución en la danza; el ballet toma un nuevo giro, nace el Ballet de Acción. En honor a Noverre, se escoge su fecha de nacimiento, 29 de abril, para institucionalizar el Día Internacional de la Danza.

La danza en tiempo de pandemia. En todos los períodos de la historia, la humanidad ha sido víctima de innumerables epidemias. En tiempos del emperador Justiniano, el Imperio Bizantino fue golpeado por lo que se conocería como la peste bubónica (año 541).

En un principio las personas, poseídas de terror, danzaban en procesiones o círculos, en grupos separados –hombres y mujeres–. La danza en círculo era conocida como “Syrtos” –Geranos– y el líder de la danza, Koryphaios, se aseguraba de que el círculo fuera mantenido, pero las autoridades obligaron a los danzantes a retirarse a sus casas. Según los historiadores, la orden fue cumplida durante el largo período de pandemia.

En la Baja Edad Media, a mediados del siglo XIV, estalló en Europa la mayor epidemia: la peste negra; hombres y mujeres enloquecidos vagaban de un pueblo a otro.
Se consideraba la “peste” como castigo divino, y afectaba a todos, ricos y pobres. Entonces resurgió la llamada danza macabra o la danza de la muerte.

La psicosis producida por las pestes dejaba las comarcas asoladas; a solas, o tenidos de las manos, hombres y mujeres saltaban en una dislocada danza frenética de movimientos espasmódicos a la que el vulgo llamó “baile de san Vito”.

Grandes muchedumbres se congregaban en las iglesias esperando la curación que nunca llegaba; se ofrecía así un espectáculo patético de danza colectiva.

En Italia, en ese mismo período, apareció otra forma de manía de danza, debido a la picadura de la araña de Apulia, conocida como “Lycosa tarantula”. El sopor que producía solo podía aliviarse con una danza de saltos salvajes conocida como “tarantela”, tanto el baile como la araña tomaron su nombre de la ciudad de Tarentum.

Las epidemias no han dado tregua a la humanidad. En pleno siglo XXI, nos azota el nuevo coronavirus llamado COVID-19. Pero en esta época de la tecnología, la histeria no se manifiesta en episodios de danza colectiva, pudiendo ser amainada la ansiedad que nos agobia desde nuestro confinamiento, disfrutando de espectáculos de danza que se ofrecen a través del Internet.

Bailemos todos, y conmemoremos este particular Día Internacional de la Danza del año 2020, pero desde nuestras casas.

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