La danza
Madre de las artes

La danza <BR>Madre de las artes

La danza, herencia de nuestros primitivos antecesores, como expresión ordenada del regocijo del alma en el movimiento, se transforma en ritmo de sacrificio, sortilegio, oración y visión profética.

Convoca  o ahuyenta las fuerzas de la naturaleza, cura al enfermo, es eslabón que une a los muertos con la cadena de sus descendientes, da suerte en la cacería y victoria en la batalla, bendice los campos y la tribu; difícilmente pudo otra cosa superar la importancia de la danza en la vida de los pueblos primitivos y de las civilizaciones antiguas.

La danza es la madre de las artes. La música y la poesía existen en el tiempo, la escultura y la pintura en el espacio, pero la danza vive en el tiempo y en el espacio. Los diseños rítmicos del movimiento, el sentido plástico del espacio, la representación animada de un mundo visto e imaginado, todo ello lo crea el hombre en su cuerpo por medio de la danza, antes de utilizar la sustancia, la piedra y la palabra para destinarlas a la manifestaciones de sus experiencias interiores, señala Curt Sachs.

La danza primitiva interpreta al hombre colectivo sin sometimiento a reglas ni disciplina, sólo cuando se convierte en ceremonia asume comportamientos codificados.

El grupo predomina, pero de este surgen aquellos que saben hacer algo más que los otros; cuando uno salta más y da cabriolas como un virtuoso, se convierte solista del ritual-ceremonia. El conjunto desarrolla danzas simples, los solistas ofrecen el espectáculo, el argumento es un dato de la vida colectiva.

El mundo desconocido, la magia y luego la religión se apropian de la danza. Las civilizaciones griega y romana nos han dejado precisas indicaciones de sus danzas y su práctica; en aquellos tiempos, además de la importancia de los ritos, aumenta la comercialización del fenómeno.

La danza es un bien adquirible y comienza a tener relación creativa con la música. Los protagonistas ya no son los ritmos salvajes, sino los primeros instrumentos civilizados. Las mujeres conquistan la belleza del gesto sobre las dulces notas emitidas por flautas y cítaras. Se inventa el entretenimiento, cambian los objetivos pero permanecen los ritos, La época clásica exalta lo bello, inventa la armonía, conviven Júpiter y Apolo, el rayo y el canto.

El largo período de la Edad Media posterga la danza pero no la aniquila, surge el juglar, personaje truhanesco de la vida feudal, cuya función trascendente entre otras, era mantener vivas las tradiciones danzarías.

Lejos de los burgos o ciudades  se desarrolla una cultura más libre, surgen  las Danzas Campesinas y estas dan origen a las danzas folclóricas.  Se inicia un nuevo período, un nuevo pensamiento.

El Renacimiento recupera el clasicismo, sale de escena el diablo, figura preponderante del Medioevo, retorna Apolo. La nueva sociedad engendra los más variados entretenimientos teatrales y de danza; la Florencia de los Médicis acuna la danza y Catalina de Médicis patrocina la danza en París. Luis XIV, el Rey Sol, se complace bailando convertido en Apolo.

En el Olimpo parisiense, reinan los Beauchamp, los Lulli, los Moliére. París asume los temas inventados por los italianos, ya no se habla de danza, sino de ballet, se inicia la  modernidad.

En 1581 se presenta por primera vez un espectáculo que une los diferentes elementos, danza, música, argumento, basados en la idea de De Baif; el resultado de esta síntesis es lo que se conoce como “El Ballet Cómico de la Reina”, considerado como el primer hecho espectacular danzario que inicia lo que se conoce como danza clásica o ballet. A partir de entonces, el ballet inicia en Francia un camino independiente.

La danza clásica se expande, se codifica; a la vuelta de más de cien años,  Juan Jorge Noverre nacido en Suiza el 29 de abril de 1727 produce una verdadera revolución en el plano danzario.

Sus reformas en un principio rechazadas terminan imponiéndose, tomando el ballet un nuevo giro. Creador del “Ballet de Acción”,  en su  honor,  se ha tomado la fecha de su nacimiento 29 de abril, para institucionalizar el “Día Internacional de la Danza”.

A finales del siglo XIX la cultura tradicional, la ortodoxia clásica comienza a ser cuestionada, el expresionismo, impresionismo, cubismo, y otros “ismos” aparecen como  vanguardias, en contraposición a normas establecidas; la danza no escapa a este movimiento surge entonces, Isadora Duncan,   precursora de la nueva expresión danzaría del siglo XX “La Danza Moderna” más acorde a una nueva sociedad, cambiante, donde el hombre social, la cotidianidad, serán fuentes de inspiración.

Los elementos folklóricos adicionan matices a las nuevas propuestas, identificando lo nacional.

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