El coreógrafo y profesor de danza Jorge Mendoza proclama con total seguridad los beneficios de ese arte, que define válvula de escape para sectores marginados, en medio de carencias, delitos, vicios y exclusión y trae aparejados el trabajo en equipo, la disciplina, la concentración, el reforzamiento de la memoria, los beneficios del ejercicio físico, la vida saludable y una hilera de puntos suspensivos.
Está seguro de que es uno de los mejores recursos (y pretextos) para introducir en sociedad, como quedó demostrado durante el siglo XIX en las fiestas de etiqueta, remedo de las cortesanas del XVI en Europa. La ventaja es obvia en la habilidad de elegir pareja adecuada, vencer la timidez, en la proactividad, el liderazgo, enseñar, y hasta en el sentido del humor.
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Así, lo que algunos padres podrían asumir como un pasatiempo, puede convertirse en un oficio que permite trascender, ser visibilizados, muchas veces al margen de la educación formal, entorpecida por la violencia y otros flagelos, que el baile sortea.
Pero los estudiantes no son los únicos beneficiarios, Mendoza manifiesta el placer que le genera enseñar, reafirmar lo aprendido, el regocijo de espíritu que deja la tarea.
Sobre su incursión en la enseñanza, la atribuye al impulso de crear, unido al placer de dirigir grupos. Otro arte lo remite al baile: el teatro. “En el Colegio Minetta Roques a mediados de los 90’, ya había notado que mis clases tenían tendencia a lo conocido como movimiento creativo”.
Igual experiencia vivió con un grupo teatral que organizó a partir de un taller de educación sexual, donde presentó piezas en las que predominaba el movimiento. Entonces desconocía el teatro físico como género.
Este parto, generado de la unión de dos artes, lo lleva en 2004 a buscar un espacio en el Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, Pabellón de Gimnasia y arranca su lúdica labor.
Simbiosis
Mendoza habla de una alianza estrecha entre creación y enseñanza para explicar que la meta era cristalizar las ideas de cuando tomaba lecciones en el Grupo de Danza Contemporánea de la Universidad Acción Pro Educación y Cultura (Unapec).
Indica que entre los extranjeros y nacionales bachata, merengue y salsa tienen la mayor demanda y las edades de los estudiantes oscilan entre 25 y 35 años. La crisis generada por la pandemia de covid-19 arrasó su escuela frente a las Ruinas de San Nicolás, Ciudad Colonial, y ahora imparte clases contactado mediante Abad Galery, que dirige Ana María Henríquez. Está en Facebook como Laboratorio de danza y movimiento y en Instagram @Danzapierd.